miércoles, 2 de febrero de 2011

Capitulo siete

Quiebre
Es solo un pequeño enamoramiento
No es como si me desmayara cada vez que te veo
A veces cuando sufres de una gran impresión, hablas sin parar intentando una explicación lógica. Otras personas se pasean en círculos, mordiéndose los labios denotando nerviosismo.
Y hay otras personas como yo, que solo atinan a quedarse congeladas, como si el tiempo no transcurriese.
¿Conocen la película el Gran Pez? Eso es lo que me sucedió. El tiempo anduvo de manera demasiado lento, y luego para compensarlo corrió velozmente para equiparar lo perdido.
Supongo que pude decirle muchas cosas. Quizá reírme, esa posibilidad se barajó en mi mente, pero la seguridad en sus palabras no daban a entender que era una broma pesada.
También enfadarme, pero en sus ojos azules solo encontré esa sinceridad, que yo jamás vi en reflejadas en otra persona… ahora parecían tener otro detalle. Yo estaba retratada en su pupila azul y no sé porque razón, aquello me hizo sentir inmensamente feliz.
“Concéntrate Angélica… ¡Di algo coherente!”
Algo comenzó a encajarse en mi mente. Como una especie de puzzle cada pieza encajó en su lugar.
Situaciones, palabras, simples gestos… todo de manera sorprendente ahora tenía sentido, lo cual hizo que saltara de donde estaba sentada.
Sobre todo, algo sucedido en la semana pasada, resaltó en medio de aquellos recuerdos revueltos.
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Salí hecha polvo de la clase de educación física. ¿Qué clase de monstruo dice que el ejercicio físico, es provechoso para la gente joven?
Tomé mi mochila, arrastrándola por el suelo dejando una suave estela de polvo en el piso. Esperaba a Katte en el vestíbulo del colegio, donde se suponía ella estaría esperándome.
En vez de su figura, Antonio apareció entre la muchedumbre.
—¿Tú?— enarqué la ceja.
—Alejandra aún no sale.
—Entiendo… ¿has visto…?
Más antes de que pudiese incluso hablarle, unos conocidos míos me saludaron efusivamente. Les sonreía amablemente, eran los chicos con quienes tenía un pequeño taller.
Durante todo ese tiempo, Antonio se mantuvo al margen, poniendo una cara de evidente fastidio. Luego los chicos se retiraron, dejándome una amplia sonrisa en el rostro.
—¿Por qué siempre estas rodeada de gente? No tienes idea de cuanto fastidia eso.
—¿Ah? ¿De qué rayos estás hablando?
—¡De eso! Uno intenta hablar contigo, pero siempre estas rodeada de gente— bufó.— Siempre tan despistada.
—Si no te conociera juraría que son celos— lo molesté. La intensidad de su mirada luego de mi comentario, solo logró que tuviese ganas de tirarme al pozo más cercano.
—Insisto… eres despistada hasta decir basta.
Luego se fue sin decir nada más.
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Seguí en pie mordiéndome los labios. Era la primera vez que un chico decía eso sobre mí. Y realmente no tenía idea que decir, ni mucho menos que sentir.
Un espasmo recorrió mi cuerpo, y de la nada me fue imposible sostenerle la mirada.
Un rubor incontrolable se apoderó de mi cara, así que agaché la vista para que el pelo cubriese mi cara.
—¿Sabes qué es la primera vez que alguien me dice eso? ¿Y que eres especial solo por eso?
¡Qué! ¡Trágame tierra por lo que mas quieras! ¡De donde carajo salieron esas palabras! Otro rubor se sumó a mi pobre cara, que ya no podía estar más roja.
—Lo sé.
¿Por qué tiene que ser él quien conserve la calma? Es Antonio, y no yo quien se acaba de declarar. Subí la mirada, estaba totalmente calmado, como quien habla del clima.
—¿Por qué?— pregunté con ganas de quitarle esa cara de tranquilidad.
—¿Qué?— exclamó riéndose.
Demonios, mas encima haría que lo dijese en voz alta. Desvié el rostro para decirle, nuevamente con la cara rojísima las siguientes palabras.
—Eso… es decir, mírame— me señalé— no soy la gran cosa…
Antonio en ese momento me corrió la cara, obligándome a fijarme nuevamente en sus orbes azules.
—No se te ocurra decir eso de nuevo, al menos no enfrente de mí.
Mi corazón voló a mi garganta al oírle decir eso.
—Independiente de todo, es cosa mía— comentó quitándole la magia del momento.
—Siempre arruinas todo ¿verdad?
—No por decirte eso, mi manera de ser cambiará.
Y realmente deseaba que no cambiara nunca. A pesar de todos los problemas que se avecinaban por sus palabras, sonreí tímidamente… para luego ambos terminar en carcajadas.
—Ojala todo termine así. Todos podamos reírnos de esto.
Él se quedó mirándome con visible admiración.
—Esperaba muchas reacciones, menos esta.
—Ah, es que soy genial
—¡Tonta!— nuevamente nos reímos juntos— ¿Te llevo a tu casa?
Dudé por un momento. Luego decidí que las cosas no debían cambiar, por esas palabras… bueno al menos lo intentaría.
—Debo esperar a Katte.
—Te acompaño.
Continuamos caminando un rato por el liceo. Conversamos de muchas cosas, hasta que a mí se me salio una pregunta… algo bastante incomoda.
—¿Por qué terminaste con Alejandra?
—No te parece suficiente.
—Lo es… pero de todas maneras— volví a sentir esos nervios— es decir…
—Era lo que debía hacer.
Él volvió a hundirse en silencio. Luego algo atribulado dijo como si nada.
—Aparte es desagradable besar a alguien, y pensar en otra persona.
Lo miré algo bastante enfadada. Su cara parecía plagada de sinceridad.
—Demasiado cruel… ahórrate los detalles.
Desvié la mirada intentando ordenar mis desordenadas y confusas ideas.
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Seguimos en silencio. Luego algo muy parecido a un presentimiento recorrió mi espalda. Me di la vuelta y Alejandra apareció de la nada.
Me miraba con ganas de matarme. Nunca me intimido tanto una mirada en toda mi vida.
Llegó con un objeto en sus manos. Se acercó a Antonio tomándolo del brazo y mirándole con rabia.
—¿Qué pasa?— preguntó sin mucha expresión.
—¿Viste a tu primo? Tengo que entregarle esto.
¿Me estaba tomando el pelo verdad? no era muy buena creando excusas.
—Si quieres pásamelo.
—No descuida que también me quedo.— respondió con desafío.
Estuvieron un rato retándose con la mirada. Luego Alejandra cortó la batalla, para acercarse a mí. Acto seguido Antonio se interpuso entre ella y yo.
A ella se le descompuso el rostro al ver este gesto. Casi como si pudiese leerme los pensamientos, como si hubiese escuchado las palabras de él al declararse.
—¡Te odio!— vocifero echa una furia— ¡Como no te lo puedes imaginar!
Dentro de esa declaración llena de odio, pude vislumbrar una tristeza profunda que la embargaba, envenenándole la mente y el alma.
No pude mirarle el rostro, dándome la vuelta para no seguir mirando esa expresión.
Sin necesidad de mirar atrás, sentí como dio la media vuelta para perderse entre la multitud.
Sentí como el peso del mundo cayese en mi cabeza. La palabra culpable se pegó en mi mente, idéntica a una quemadura a carne viva.
Unas lágrimas traicioneras me cayeron por las mejillas.
Pensé que estaba sola, lo más lógico es que Antonio fuese a buscarla… me sentí peor gracias a eso.
Tomé aire para echar un vistazo a mi espalda, no había nadie. Me tiré sobre una banca cercana, con intenciones de no moverme nunca más.
En eso, él apareció en frente de mí. Con una expresión plagada de pena, y lo que era peor de compasión para mí. Tenía un pañuelo en sus manos… y una extraña mezcla de ternura y enojo inundo mi ser.
—¡Qué haces imbécil! ¡Ve por ella!— grité en medio de esa confusión de sentimientos— y no me mires con esa cara porque…
Me alzó en medio de mis gritos, para abrazarme con mucha fuerza. Quise liberarme de este, más él no lo permitió.
—Lo siento— exclamó con voz queda— lo siento por todo.
Nuevamente mi cara era un tomate vivo. Mi corazón era un verdadero caos, una tormenta imposible de frenar. Algo dentro de mí, que estaba escondido en las penumbras de mi inconciencia salio a flote… y la culpabilidad volvió a bullir con fuerza incontenible.
—Detesto esto, no tienes ni idea de cuanto detesto todo esto.
Antonio en ese momento me soltó. Yo me alejé de él como pude, con todo mi cuerpo aun percibiendo su calor.
—Me iré con Katte…
—Te iré a dejar.
—No es necesario.
Necesitaba alejarme de él, poner la cabeza en frío y pensar las cosas. Aún sentía el caos dentro de mi corazón, imbatible y al parecer no se detendría con facilidad.
—Cuídate Ange… y lo siento.
—No hay problema.
Se acercó para despedirse con un beso en mi frente, mas lo detuve. Su cercanía me ponía demasiado nerviosa. Acerqué mi mano derecha con algo de humor.
—Mejor así.
Nos tomamos las manos en un apretón fuerte. Luego intenté alejarme pero entrelazó sus dedos con mis manos. Volví a sentir ese nudo en la garganta y solo atiné a correr.

1 comentario:

  1. -Fijarse en que no hay primas presentes...-
    -Sonreír como una creepy fangirl-
    Antonio *-*

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