Vete
Todo lo que se hace por amor, se hace más allá del bien y del mal.
Friedrich Nietzsche (1844-1900) Filosofo alemán.
Del enojo de la otra vez, poco quedó luego de que él se disculpara… si soy una idiota
A veces me encerraba escuchando música deprimente, para luego andar caminando casi como si flotase en una nube. Una especie de extraño hechizo el cual ignoraba si era bueno o malo.
Hablar con Antonio era un suplicio, aunque no me alejaba de él, y buscaba pretextos como idiota para hablarle. Él ya no hablaba conmigo como antes y eso me exasperaba, y me deprimía demasiado.”
Dejé el lápiz a mi lado luego de escribir estas palabras en mi diario. Luego suspiré con cansancio, y luego sonreí como una boba.
Entonces el teléfono sonó en la planta baja. Fui velozmente pensando que era Katte.
Nada de eso, era la misma Alejandra quien me llamaba.
— ¿Aló?— respondió ella.
No quería contestarle. Era demasiado doloroso… y hablarle solo hacía que la culpa recayera nuevamente en mi conciencia. Tragué saliva y tan solo respondí.
—Hola Alejandra… ¿qué tal?
Ella se quedó en silencio. Luego suspiró y me preguntó.
—Seré directa… ¿te gusta Antonio?
Vaya, ella si que no se hacia rodeos.
Mis labios dudaron de decir la respuesta. En realidad dos de mis partes peleaban en mi interior. Podía mentirle eso era claro pero… ¿eso no sería peor al fin y al cabo?.
Algo salado me recorría las mejillas. Sin casi percatarme nuevamente estaba llorando.
—Si— contesté con la garganta entrecortada.
Quise decirle un lo siento. Pero no pude, las palabras murieron en mi garganta aún antes de poder pronunciarlas. Pude sentir que ella también lloraba al otro lado de la línea.
—Ya veo…
Luego el sonido de quien ha cortado el teléfono llegó a mis oído
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— Y eso fue lo que pasó— dije.
Katte me sostuvo la mirada por largo rato. No supe si esos ojos me juzgaban o pensaban en algún consejo para mí, era una mirada indescifrable.
—Sabías que esto pasaría— sentenció.
—Tal vez sí… pero yo no quería que…
—Lo sé. Muy en el fondo aún eres esa niña que fastidiaba de pequeña.
Fruncí el seño con molestia. Detestaba cuando sacaba a relucir esa parte de nuestra infancia.
—No te enojes— replicó ella— ¿qué piensas hacer?
—Yo… la verdad.
Me quedé en silencio durante un buen momento pensando.
—¿Sabes? Yo solo le gusto a Antonio. Ellos llevaban cuanto ¿un año y medio? ¿Te das cuenta de cuanto tiempo es eso?
Katte tan solo me seguía los pasos callada.
—¿Qué pasa si lo de él es solo un capricho? ¿O lo mío?— Continué— aparte, yo estoy segura de que Alejandra es muy importante para él— tragué saliva— incluso mucho más que yo.
Esa última frase me dolía de veras. Porque era una verdad irrefutable, algo que siempre supe. Una especie de karma que me seguía a todas partes. Yo siempre sería la segunda, jamás la primera.
—Eso también podría ser cierto.
—No tengo derecho— dije terminando— ellos eran felices antes… ahora.
—Él está enamorado de ti.
—¿Acaso lo sabes? Entre gustar y estar enamorado hay un abismo enorme…
—Eso nos deja con que harás…
—Me alejaré de Antonio— dije intentando sonar segura.
Más incluso antes de formular esas palabras, yo ya lo echaba de menos.
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Ignorarlo resultó mucho más sencillo de lo que planeaba. Y yo no sabía si eso era bueno o malo.
La campana del recreo sonó con mucho ruido. Yo me quedé sentada, tan solo pensando que era un fastidio que Katte tuviese una prueba, y justamente no pudiese acompañarme como siempre lo hacía.
Casi sin poder evitarlo, pegué una mirada hacia Antonio. Él como siempre estaba inmutable, riéndose con sus amigos, mientras estos se palmoteaban la espada. Algo así como el idiota estilo “macho Alfa” que poseen los chicos.
Cuando lo veo así tan despreocupado, muchas cosas pasan por mi mente. Demasiadas preguntas que tan solo acaban confundiéndome más.
Me pregunto si es conciente de las cosas que han pasado. O de cómo las cosas han tomado este giro… tan tonto si se pudiera describir.
Pareciera como si nada hubiese pasado para él. No es como yo, no es una patética marioneta que sonríe pretendiendo que es feliz, él ríe de veras.
¿Era verdad que sentía algo por mí? Si apenas yo no le dirigía la palabra él hacía lo mismo.
—Soy una tonta— dije garabateando una hoja.
—Hola Ange— era la voz de Ignacio.
Levanté la mirada un poco molesta. Detesto cuando estoy inmersa en mis pensamientos, y gente que ni siquiera es amiga mía viene a fastidiarme. Él ignora mi cara de fastidio por completo y se sienta muy ufano en el puesto de Felipe.
—Hola… —exclamé extrañada.
—Bonito clima el de hoy.
Volví a arquear mi ceja derecha.
—¿Vienes a hablarme del clima?
—En realidad no— suelta un poco nervioso— parecías algo pensadita hace un rato. Y aparte me da pena esa pobre hoja de block, mírala toda rallada.
—¿Cuál es el punto?— concluí ocultándola debajo de la mesa.
—Que quizá necesites hablar con alguien…
Desvié la mirada hacia la ventana. Las palabras de Ignacio no traían ningún tipo de sarcasmo oculto.
—¿Tú que piensas de los seres egoístas?— pregunté sin mirarlo.
—Del egoísmo… —repitió un poco nostálgico.
—Así es— finalicé volviendo a mirarlo a la cara.
—Que quizá no sea tan malo como lo pintan. El amor es sumamente egoísta… si lo miras de un modo frio...
—¿pero…?— comenté alentándolo a seguir.
—¿Tiene algo de malo aferrarnos de uñas y dientes de aquello que nos hace felices?
Vaya. Yo jamás lo había vislumbrado de esa manera tan simple pero tan lógica.
—Siguiendo esa línea entraría en juego, si es correcto hacer de todo para ser feliz.
—¿Algo así como que el fin justifica los medios?
—Si quieres ponerlo de esa manera. Pero también deberías pensar si vale la pena.
Y nuevamente la realidad me escupía en la cara. Suspiré melancólica apoyando mi cara en mis manos.
—Supongo que tienes razón también en eso.
Él se sonrió de lado.
—Bueno sea lo que sea que te atormente— finalizó— no deberías traer esa cara de funeral.
Ahora fui yo quien sonrió sarcásticamente.
—¿Así mejor?
—Solo un poco— me dio una palmada en la cabeza— como sea espero haberte ayudado aunque fuese un poco.
—Solo un poco— dije devolviéndole el comentario.
—Mira si hasta la cara de fastidio se te borró.
Y eso era cierto. Hace apenas unos minutos atrás casi lo había golpeado cuando se sentó a mí lado. Ahora en cambio me estaba riendo con él.
Entonces un ruido captó nuestra atención. Era Antonio, quien como hace unas semanas atrás se instalaba en el puesto del profesor.
Extrañamente eso me dio pena. Hace unas semanas no tenía este lío con él, éramos amigos incluso y Alejandra no sufría por mí culpa.
—¿Hablan de algo interesante?
“De nada que te importe” ese era mi dialogo en esta parte. Más ahora solo me puse los auriculares para poder ignorarlo.
—Cosas entre nosotros— contestó Ignacio secamente.
“Cosas entre nosotros” esa frase se coló en mi mente. Asombrada me di cuenta que él me estaba defendiendo.
—¿De veras?— dijo Antonio dispuesto a pelear, más lo detuve con una solo mirada.
—No te entrometas donde no te llaman. Al menos Ignacio es capaz de ser consecuente con sus palabras.
—Si quieres decirme algo sé más directa— respondió Antonio enfadado.
—Lo que escuchas. Posiblemente él seguirá actuando acorde a sus palabras. No se comportará como un imbecil que nada ha dicho a las semanas.
Antonio se quedó helado. Por primera vez no hubo respuesta de sus labios.
—Piensa lo que sé te de la gana.
—Eso hago— dije quedándome en silencio.
Él se levantó del asiento. Justamente en ese momento sonó la campana para entrar a clases. Ignacio también se retiró en silencio
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“¡Idiota! Pensaba mientras guardaba mis cosas con violencia en mi mochila.
“¡Qué fue acaso eso! ¡Una seudo escena de celos! ¡Con que derecho el muy tonto!”
Otro cuaderno lanzado al fondo del maletín.
“¡Y acaba diciéndome piensa lo que quieras! ¡Como si fuera mi culpa!”
Felipe me miraba algo asustado verme arreglar mis cosas, como si estuviese entrenando para un ring de boxeo.
—¿Ange?
—¡Dime!— le grité sin percatarme— ¡Lo siento ando…!
—Angélica… acaso tú— dijo con recelo.
¡Mierda lo ha descubierto todo!
—¿Estás con la regla?
—¡Qué! ¡Que acabas de decirme!
—Eso sería raro— comentó como si nada— eres bastante regular y que yo sepa te llegó la semana…
—¡Cállate Felipe!— dije tapándole la boca con el delantal, mirando a todos lados. —¿Cómo supiste que yo…?
—Tonta soy tu mejor amigo, convivo contigo.
Abrí los ojos impresionada.
—Y la otra semana traías un paquete lo suficientemente grande como para un batallón —finalizó con una sonrisa de oreja a oreja.
—¡Felipe!— grité dispuesta a matarlo, más él fue mucho más rápido que yo.
—¡Te espero en el comedor!— salió huyendo medio muerto de risa por la expresión de mi cara.
Una media sonrisa se formó en mi cara. Felipe siempre hacía esas payasadas cuando me encontraba muy seria, o muy enfadaba. Era su manera de decirme que se preocupaba por mí, más no quería atosigarme con preguntas.
Si tengo amigos muy especiales…
Mientras mis músculos se relajaban el recuerdo de la discusión con Antonio me hizo sentir pésimo. Pero ¿acaso esa no era mi decisión? Sencillamente olvidarlo, seguir adelante como si nada hubiese pasado.
Si al fin y al cabo, él actuaba de la misma manera. ¿Valía la pena acaso intentar algo, si él se mantenía aun más distante que antes?
—Angélica— dijo Antonio mientras se acercaba a mí.
“Recuerda distancia, distancia por lo que más quieras” me recordó mi conciencia a medida que él se aproximaba a mi metro cuadrado.
—Me evitas como la peste.
—Mira quien lo dice— dije sin mirarlo tomando mis cosas dispuesta a largarme.
Pero la mano de él retuvo el bolso a la mesa. Ese gesto provocó que lo mirase a los ojos.
—¡Que te pasa! Sueltame hay gente que me espera.
—Mira digas lo que digas, lo que te dije hace poco… era verdad— susurró con un poco de rubor en sus mejillas.
—Si lo dices con esa convicción— le devolví molesta.
—¡Como quieres que tenga convicción si no me has dicho nada!
—¡Y que se supone que te diga! Antonio seamos novios— dije imitando un tono empalagoso—para que, para que me digas, no Angélica no quiero estar contigo.
Antonio abrió los ojos sorprendido a más no poder.
—¿Cómo lo…?
—Te conozco— repliqué amargamente— Alejandra es demasiado importante para ti… quizá por cuanto tiempo más será así. No vale la pena responderte si las cosas van a terminar de esa manera.
Antonio aflojó la presión de su mano. Yo con lentitud tomé mis cosas, intentando tragarme mi pena.
Más antes de poder partir, él me retuvo por el antebrazo.
—Por ultimo déjame despedirme.
No me dio tiempo a reaccionar. Él se acercó hasta casi tocar nuestros rostros. Mi corazón volvió a volar a mi garganta, y mis labios temblaron entre abriéndose lentamente. Los dedos de él se enredaron en mi cabello.
—Es verdad lo que dices… sin embargo.
Rompió la distancia entre nosotros… para dejar un beso en la comisura de mis labios. No fue un roce suave, tomo todo lo que pudo con su labios, suspiré rendida a la par que él se alejaba.
—Pero eso no quiere decir que no me gustes un montón.
Yo mientras tanto tan solo pensaba.
“Porque carajo siempre tienes que terminar ganando.”
Yo que Angélica me voy con Ignacio, nomás pa' darle celos al idiota de Antonio e.e (pero eso no quiere decir que no lo siga amando! XD)
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