viernes, 10 de febrero de 2012

Capitulo uno


Capitulo uno: Cuidadora.
¿Qué parezco? ¿El mago de oz? ¿Necesitas un cerebro? ¿Necesitas un corazón? Adelante. Toma el mío. Toma todo lo que tengo. Que a mí nada me sirve.


“—Angélica yo… te quiero—exclamó el chico feliz.
Estaban en medio de un hermoso ocaso. Antonio la tenía tomada de la cintura, mientras le acariciaba la frente con los labios. En este lugar era el único que sentía seguridad, totalmente en paz.
—Es una pena… que tenga que dejarte.— con estas palabras la soltó abruptamente, dándose la media vuelta, dispuesto a marcharse. La joven corría detrás de su silueta, mientras la escena se disolvía frente a sus ojos.
El escenario cambiaba rotundamente. Era inútil intentar alcanzarlo, el joven desaparecía dejándola sola en medio de la oscuridad. Angélica se abrazaba a sí misma, intentando retener el calor en su cuerpo. Era inútil, se congelaba a cada instante.”

Y en ese momento desperté de la pesadilla.

—Mierda— dije quitándome las sabanas de la cabeza.

Era el jodido sueño de nuevo. Me atormentaba desde hace tanto tiempo. Miré el calendario. Era mitad de Enero… hoy día hubiésemos cumplido tres meses de relación.
¿Qué hacía yo aún contando los días? Tuve ganas de golpearme con la pared. No tengo idea de que hacer con tanto recuerdo inútil. Me puse la almohada sobre la cabeza, sin ganas de levantarme de la cama.

—¿Hija?— llamaron desde afuera de la puerta— ¿Estás bien?

—¿Hay razones para no estarlo?— devolví con sarcasmo.

—Gritabas dormida…

Mamá se quedó en silencio. Mordí el cojín intentando reprimir mi ira. Eso era, tenía un profundo rencor metido en mitad del pecho. Después me quité la almohada de la cara, para que mis ojos recayeran en mi cómoda donde descansaban los escasos recuerdos, que Antonio había dejado en mi vida. Volví a apretar los puños, decidida a levantarme de la cama. Ya sabía que hacer con todos esos cachivaches.

Tomé desayuno ante la mirada atenta de mis padres. Mamá me observaba por el rabillo del ojo, sin saber que decir. Decidí ignorar esos ojos repletos de preocupación, comí rápidamente. Después fui directo a la gaveta del baño, saqué una nueva bolsa de basura.

Fui directamente al escritorio, arrojé unos pocos peluches, un llavero de su serie favorita. Seguí revisando, rompiendo las pocas fotos, llenándome de un extraño placer de al menos, romperle la cara aunque fuese de esa manera.

Revisé como nunca, por todos los rincones, dispuesta a borrar, al menos de mi pieza todo lo que pudiese recordarme a Antonio. Y hojeando entre viejos cuadernos encontré un dibujo.

Me quedé de una pieza, mirándolo con detenimiento. Era un dibujo de mí, distraída como siempre, con los audífonos y un lápiz en mano. Tenía un semblante de felicidad y sosiego. Recordé tambien las palabras de Antonio al regalármelo:

"Es lo más cercano a ti. Realmente aunque lo intente con ganas, no hay nada que le haga justicia a tu rostro."


—Mentiroso.

¿Por qué tenías que ser tan dulce en mis recuerdos? ¿Acaso no me bastaba con no olvidar su rostro? Claro que no, tenía que recordar los momentos con él con monstruoso detalle. Para que olvidarle fuera algo más difícil de lo que ya era. Para que fuese una empresa de Titanes.

—Debería botar también esto— dije sosteniendo el papel en mis manos.

Mas no pude. Suspiré y lo guardé en el cajón, al menos lejos de mi vista.
Antonio... ¿porque no puedo hacer lo mismo con tu nombre?. Sencillamente dejarlo a un lado, encerrado en un cajón. En un lugar donde no me estorbes, para poder sonreírme otra vez, y que mi reflejo me devuelva mi gesto con sinceridad.
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Era hora de entrar en escena. Mis parientes del extranjero habían llegado, y tenía que mostrar buena cara... al menos en este almuerzo. En eso mi tía, Francisca Loo comentaba algo mientras gesticulaba con gracia.
En realidad no sé porque le digo "Tía". Se supone que es la hermana de mi abuela... entonces por consiguiente ¿Qué era ella mío? ¿Tía Abuela? ¿Se pueden ser ambas a la vez? ¿Qué hago pensando en estas tonterías?.

En eso estaba pensando, mientras comía sin ganas. Cuando mi tía irrumpió mis pensamientos con esta frase.

—¿Y bien Ange?— Ella me miró con devoción— Serías tan amable de vigilar a mi retoño por mí.

—¿Ah?... ¿de que están hablando?— comenté bastante perdida.

Mi madre fue quien finalmente respondió por mí.

—Por supuesto— sonrió— le hará bien un poco de aire marino. Será estupendo— finalizó.

No quise arruinar la sonrisa perfecta de mi mamá. Decidí tener paciencia e interrogarla cuando acabara el almuerzo. Apenas pusimos un pie en casa le pregunté:

—¿Y a que te refieres con ir “a tomar aire marino”?— Marcando con mis dedos la ultima frase.

—¡Irás por unas semanas al departamento de tu tía, para vigilar a Max! ¿No te parece estupendo?

Tuve la horrible sensación de que se rompía el suelo debajo de mis pies. Para quienes no lo sepan, ese sujeto es el hijo de mi tía. Y cuando alguien dice su nombre, de mi mente solo nacen horribles imágenes de la infancia. Por su culpa mamá no me compró la pista de autos que quería. Por su culpa desaparecían todos mis soldados, rompía mis pelotas. Claro yo también le rompí la cara millones de veces... pero supongo que ya entienden mi punto ¿verdad?

—¡Ni muerta! ¿Cómo se te ocurre? Ese idiota quemará ese departamento en menos de una hora. ¿Y tú quieres que tu hija esté en medio del desastre? Lo siento pero la respuesta es no.

—No seas tan melodramática— mamá le quitó el peso al asunto— ya están bastante grandes como para pelearse como críos.

—Si es tan grande ¡porque demonios no se cuida solo!— grité totalmente enojada.

—Vamos, tómalo como tu buena acción del año. Considérate ganadora del cielo por este favor.

—Antes de hacer eso, prefiero pudrirme en el infierno más próximo.

Pero ella se mantuvo firme. Soportó heroicamente todas mis amenazas. Grité, pataleé, vociferé terribles maldiciones en contra de la familia. Dije que aprendería budú y le pondría miles de alfileres sobre los ojos. He incluso que se olvidara de ser abuela, porque yo vendería mis óvulos por Internet si ella me obligaba a ir.

Por supuesto que nada funcionó
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A la mañana siguiente tenía que partir donde mi tía. Con unas enormes ojeras, intentaba poner atención las instrucciones de mi tía.

Ella me dijo que solo esperaba que vigilara a su hijo. Que comiera a sus horas, sin mujeres en casa, y que me dejaría las llaves donde guardaba toda clase de licor. Mencionó los horarios de una chica que iría a ordenar y a limpiar.

La más impresionante para mí, fue que dejó en mis inexpertas manos una tarjeta de crédito. Con expresas ordenes de usarla solo para la comida y cosas así. Dijo que se sentía aliviada de poder contar con alguien tan responsable como yo.

“También la más barata y a la mano que encontró” pensé totalmente aturdida por el sentimiento de libertad... pero claro, si pasaba algo toda la responsabilidad recaería en mí. Suspiré deseando con toda el alma que nada malo nos pasara en esas dos semanas.

Llegamos aproximadamente a las diez de la mañana. Era un condominio cerrado, con bastante seguridad. Tenía una piscina enorme, un gasto inútil porque estaban a segundos de la playa. Francamente detesto la playa, el calor y el verano. Así que pueden imaginar mi cara de felicidad al llegar a este lugar.

Subimos al piso quinto. Ella abrió la puerta y me encontré con un departamento con vista al mar, amueblado y hasta con cocina americana, completamente alfombrado. Consistía de tres habitaciones, cocina, living y baño. Más dos dormitorios. El mas pequeño sería para mí, señaló mi tía con una sonrisa. Yo no sé en cual idioma esta habitación se puede calificar como algo pequeño. Es prácticamente el doble de mi habitación.

—Te dejo para que te instales— ella se alejó y yo me quedé sola en el lugar.
No demoré mucho. Mas mi vista se perdió en el ventanal, por donde se podía observar un enorme océano.

—¿Estás bien?— mi tía me estaba observando desde el dintel— ¿Te hace falta algo?

Negué con la cabeza. La seguí hasta el living, donde el idiota me esperaba. Era un muchacho alto, de cabellos negros llenos de rizos, bastante parecidos a los míos. Con cara de tener aún la almohada pegada a la cara negó con la cabeza.
Finalmente mi tía se despidió de su hijo. Volvió a repetir las instrucciones y se marchó tranquilamente.

—Me voy a la cama— soltó Max con desgana.

—Está bien.— respondí sin interés.

—¿Qué te pasó a ti?— él me observó de pies a cabeza, como si no pudiese creer lo que sucedía.

—Nada— puse los brazos en jarra— ¿Por qué? ¿Acaso te importa?

—Es verdad— soltó ácidamente— supongo que vienes a hacer el almuerzo, ordenar y limpiar… ¿o no?

Me estaba provocando descaradamente. Seguramente esperaba que me diese un seudo ataque de rabia o algo así. Mas las cosas habían cambiado, yo no era una niñata indefensa ni mucho menos. Así que solo le mostré la tarjeta platino con superioridad.

—Creo que aquí está todo tu dinero. ¿Verdad?— él me la quitó de las manos, pero eso no me inmutó— ¿No creerás que te diré la clave verdad?— dije con tono triunfal.

Estaba mintiendo eso era claro. No había tenido tiempo como para hacer el cambio de claves. Pero Max cuando pequeño era sumamente crédulo. Recordé que cuando pequeños, en venganza por mis autos rotos, lo convencí de que Papa Noel no vendría a dejar sus regalos, por lo que tuvo un ataque de llanto que duró semanas.

—Eso… es mentira— el intentó poner cara de póker, pero no le resultó en lo mas mínimo. — mamá me hubiese dicho si…

Y yo rompí a reír cruelmente.

—No seas idiota. Ella me dejó a ti a tu cuidado ¿no lo recuerdas? Ahora se buen niño, y entrégame la tarjeta ahora.

Casi pude ver en su cara la rabia destilando por sus poros. Pero me la devolvió a regañadientes. Siempre nuestra relación fue así, era él quien se llevaba la culpa y yo salia triunfal de todas mis travesuras.

—No has cambiado en nada.— refunfuño molesto— ¿Quieres desayunar?

Me sobresalté.

—Era mentira que venías a limpiar. Es una manera de disculparme… además— dijo con tono nostálgico— mamá me dijo que te tratara como a una visita.

—Vaya… pues gracias. Tengo mucha hambre.

Así se iniciaron las vacaciones más extrañas de mi vida.

viernes, 30 de diciembre de 2011

Prologo


Prologo: 
Un SOS emití pero no era para ti 

¿Cómo demonios terminé aquí?  

Estaba instalada sobre la mesa del lugar. Todo olía a demonios y era, supongo la razón de mi dolor de cabeza. La música estridente me mareaba atrozmente. 

Recorrí el lugar, buscando a las culpables. Mi prima Nicol nuevamente sonreía para conseguir alcohol gratis, era un truco que parecía funcionarle, ya estaba por la tercera botella. La otra, su hermana Daniela, enredaba su lengua con el nuevo amor de su vida, un sujeto de pantalones anchos y mirada lasciva. Para que hablar del resto, si realmente todos parecían robots bailando al son del ritmo. Uno de ellos posó su mirada en mí, fijándose en todo mi cuerpo. Horrible, francamente detestable. Rodé los ojos mirando hacia otra parte incomoda.

Mas el sujeto no parecía percatarse de que yo lo odié apenas me miró. Se acercó a mí, caminando torpemente, apenas consciente de sus movimientos. Luego me dirgio una sonrisa torcida. Y yo solo pensé "Antonio". Sacudí mi cabeza para despejarme de los recuerdos.


—¿Estás de luto hermosa?— comentó tendiéndome la mano. 


¿Y este se las da de sicologo? Aún así acepté con desgana su invitación a bailar, tan solo para sacarme el aburrimiento del cuerpo. Descorrí con desgana el mechón violeta de mi frente, y me dirigí hacia la pista de baile. 


Él como todo hombre, aprovechó al instante la oportunidad para tomar mi cintura. Fruncí el ceño de inmediato, molesta por tanta desfachatez.


—¿Por qué tan enojada?— el sujeto volvió a marearme con su aliento plagado de alcohol. Ante ese desagradable olor corrí la cara. 


—Nada importante— respondí aún aburrida. Mas no sé porque razón, el imbécil lo tomo como una invitación para aproximarme a su cuerpo. Que tonto, fue mucho más fácil darle un golpe gracias a ello. Un fuerte empujón casi lo deja sentado sobre la pista. No me importó, tan solo me di la vuelta. Pude escuchar los gritos del sujeto, sonreí con malicia.


Milagrosamente el vaso estaba intacto. Observé la mesa y sus alrededores, pero era un buen pretexto para botar esa bebida. Estaba por desecharla cuando sonó mi celular. Observé la pantalla, el nombre de mi tío resaltaba.


—¿ Dígame?— detestaba contestar con todo el ruido externo.


—¡Hola sobrina! Llamaba porque mis hijas no respondían sus celulares ¿Están bien?— preguntó fingiendo preocupación.


"Por supuesto que si, ambas están hundidas intentando olvidar que usted se está revolcando con su secretaria"


—Perfectamente— respondí con sarcasmo. Luego recordé que los hombres entienden a golpes, no sutilezas.—Yo las llevaré a casa.


—Es tan tranquilizante saber que estás con ellas, de verdad muchas gracias.


Claro dejarles la responsabilidad de sus hijas a quien sea. Eres realmente el padre del año, pensé mientras cortaba la llamada. Eran ya las tres de la mañana, algo tarde para conseguir locomoción decente. Decidí llevarme a mis primas aunque fuese con grúa.


Primero me dirigí donde estaba Nicol. Un montón de vasos la rodeaban, así que apuré el paso. Le toqué el hombro y ella respondió con una risotada con olor a cerveza.


— ¡Prima!— gritó eufórica— mira escúchame. — Me tomó de los hombros, intentando fijar la mirada— si yo puedo olvidar al idiota de mi progenitor, tú puedes olvidar a tu estúpido. Vamos bebe conmigo.


— Olvídalo, nos vamos a casa— la tomé fuertemente por la cintura.


Era la parte más fácil, lo complicado sería desenredar la lengua de Daniela, del chico que era todo su centro ahora. Ella nos miró con bastante desagrado para gritarnos:


—¡Yo no me iré ahora!— me miró intentando asustarme. No le resultó, yo tan solo señalé a su hermana, quien con suerte se podía sus propios pies.


—Yo tengo el dinero— repliqué furiosa— mueve tu trasero antes que los patee a ambos.


La cara del acompañante de mi prima fue épica, digna de cualquier obra dramática. Salió corriendo como alma que la lleva el diablo. Sonreí triunfal, mientras Daniela me fulminaba con la mirada. 


A pesar de su enfado, decidió seguirme de mala gana. Después su rostro cambió radicalmente, convenciéndose del deplorable estado de su hermana. Suspiré. 


—Iremos a mi casa. Mañana se largan temprano.


Ella se sorprendió ante mi muestra de generosidad. Supongo que no pensaba que su aburrida prima sería capaz de salvarla de la incomodidad que representaba llevar a su hermana ebria, la cual ahora cantaba una versión inventada del himno nacional.



—Yo no te entiendo… pensé que bueno, tú sabes. — comentó.


—No tienes que hacerlo tampoco.— apoyé el peso de Nicol sobre mi costado— tómala del otro lado, o nos caeremos. Y ahí si que no podré inventar una mentira, para encubrir el hecho de que terminamos en el hospital.



Tomamos un taxi, era realmente tarde. Me senté en el medio mirando con desconfianza al conductor, aunque él parecía mas preocupado de que Nicol no vomitara.


Ella mientras tanto tarareaba una canción de los tiempos de cuando éramos infantes. Cantaba distraída mientras observaba al mundo con gesto ausente. Cada cual tiene su manera de evadirse de la realidad, y ella estaba feliz de haberla encontrado.


—¿Desde cuando...?


—¿Qué bebe?— me irrumpió Daniela— desde que...— desvió la mirada con pena— él se fue con su amante. Papá nos ha dejado solas, como siempre.


Pronunció la palabra "papá" con el mismo desprecio que yo pensaba en Antonio. No quise preguntar, cada cual con sus propios problemas. Era obvio que salían para olvidarse de todos los problemas. Suspiré y me entretuve mirando por la ventana.


El taxi se detuvo frente a mi casa. Nicol salió temblorosa, con el semblante sumamente pálido. Era de contextura delgada, así pues el alcohol le afectaba más. Al ver mi cara de preocupación su hermana me dijo:


—Descuida no es la primera vez que toma tanto— la tomó de los hombros, logrando que se centrara en su rostro— Nicol vamos a la cama.


Aunque mi prima no parecía entender nada, aún así asintió estirando sus delgados brazos, intentando poner cara de sobria. Con la oscuridad era algo fácil de aparentar. Me sorprendía, al parecer era algo que solía hacer con bastante frecuencia.


Finalmente Daniela, a punta de esfuerzos, reclamos e insultos en voz baja, logró acostar a su hermana en mi cama. La cuidó hasta que se quedo profundamente dormida. Yo mientras buscaba unos cobertores, pensaba dormir en el sofá para que ellas ocuparan mi habitación. Antes de poder retirarme Daniela me atajó, preguntándome preocupada: 



—Espera… ¿A ti que te pasa?.


—Nada importante.


—No bailaste con nadie. Solo te quedaste sentada, mirando que hacíamos mi hermana y yo.— remarcó, molestándome profundamente. 


—¿Cuál es tu punto?


—Eres demasiado joven como para arruinar tu juventud por un tonto.


—Y tú eres una demasiado enana como para enredar tu lengua en cuanto chico se te cruce por delante— respondí enojada por su actitud de chica grande.


—Es el amor de mi vida.


—Mira quien habla de madurez ahora— me crucé de brazos.— cada cual supera sus problemas a su modo.


—Tu problema querida prima, es que tú no intentas siquiera eso.


Y tenía razón.


—Da por hecho que esta es la última vez que les hago un favor— finalicé la conversación con un portazo.


Mientras bajaba las escaleras, las lagrimas se derramaban por mi cara sin poderlo contener. Recordé con cruel ironía como lo rechacé... para luego de todas maneras darle un oportunidad ¿Para qué? ¿Por qué? 


Para que me engañara a los pocos meses, para crear ilusiones de palabras falsas. Dejarme tan dañada y rota, que no puedo ver la cara de otro hombre, sin recordarlo ni odiarlo al instante.


Y a pesar de todo yo...


Me abracé a mis rodillas, mientras intentaba dormirme sobre el sofá. 


Continuará


Nota: Prologó según Ange, espero les guste ;D



lunes, 10 de octubre de 2011

Capitulo Diecisiete




Nota preliminar: Los chicos de la banda, son los de Mily! Para que vayan a leer su historia que esta de pelos. Reitero ultimo capitulo.
Aceptación.
"Cuando yo te veo me late el corazón y cuando no te veo… también me late, que suerte, que suerte..."
Dejo de hacer tanto frió como antaño. Aunque el invierno tenía todas las ganas de quedarse ese año, lentamente fue dejando paso, algo hastiado, a una prometedora primavera multicolor.
Comencé a buscar ropa propicia para el cambio de estación. Mientras resoplaba indignada por mi falta de faldas, se me ocurrió mirar el calendario. Quedé sentada acordándome del compromiso con mi mejor amiga.
—¡Rayos! ¿Tanto tiempo ha pasado?
Resulta que a Katte se le había ocurrido la fabulosa idea de salir, a un carnaval cultural. Me comentó de ello con una enorme sonrisa de oreja a oreja. A mí nunca me ha llamado la atención esa clase de eventos. Pero ella estaba empeñada en que la acompañara.
Cuando a ella se le propone algo es como una maquina imparable, capaz de mover todos los engranes del destino para conseguir lo que desea. Estuvo semanas pidiendo que la acompañase. Por supuesto yo desde el principio estaba dispuesta a acompañarla. Ni de chiste hubiese dejado que saliese sola.
Seguí buscando ropa, rogando a los cielos encontrar algo decente para salir.
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—¡Ange!— gritó Katte animada— ¿qué… te paso?
Me ruboricé por completo. Me había tomado el cabello en una cola de caballo, estaba vestida con una falda y camisa a juego. Katte me miraba como si fuese la primera vez que lo hacía.
—¡Nada importante tonta!— la tomé por los hombros— ahora dime donde es el famoso carnaval antes que me arrepienta.
Ella se despabiló por completo. Me tomó del brazo arrastrándome hasta el centro de la ciudad, mientras me comentaba de sus múltiples estudios. Observamos las vitrinas, y en una de ellas estaba el programa.
—¡Oh vamos! ¡Comenzará en un par de horas más!— fulminé con la mirada a Katte— ¿Qué te proponías con esto?
Mi mejor amiga tan solo atinó a sonreír con malicia. Señaló la cafetería y dijo.
—¡Vamos por helados!
Y yo suspiré rendida. Era un caso perdido querer enfadarme con ella, era sencillamente imposible para mí.
Nos sentamos cerca de las ventanas. Mientras esperábamos el pedido ella volvió a mirarme intensamente. Su cara era un poema a las preguntas no dichas.
—Este cambio no tiene nada que ver con él— no mencionaba su nombre si podía hacerlo— es solamente una tontería mía.
—No me preguntaba eso. Era mas otra cosa.— en ese momento la mesera dejó los helados, Katte tomó la cuchara, acariciando la crema lentamente— ¿Te enteraste… verdad?
Mi cara volvió a enrojecer de la culpa. ¿Cómo no saberlo? Si Antonio lamentablemente era parte de mi vida, era casi inevitable enterarme que nuevamente había terminado, hace un par de semanas. Tomé la cuchara con nervios mirándola como si fuera lo más interesante del mundo.
—Eso es un si— tomo un poco de vainilla, comiéndolo con ganas— ¡No dejes que se derrita!— gritó señalando mi copa.
Me sorprendí. Ella siguió comiendo su helado, sonriendo de manera misteriosa. Suspiré y la imité intentando mostrarme animada.
—Ya debe ser la hora de partir— rompió el silencio dejando la copa vacía.— ¡Vamos Ange apurate!— sonrió ampliamente.
—Katte— susurré— ¿No quieres… tú sabes?— tragué lo ultimo de helado que me quedaba— ¿preguntarme algo?
Volvió a mirarme intensamente. Negó con la cabeza y nuevamente me arrastró hacia el centro de la ciudad. Allí estaba un escenario instalado en la mitad de la calle. Mi mejor amiga me empujó por la espalda, prácticamente usándome de carne de cañón para llegar de las primeras.
—¡Quienes van a tocar!— grité intentando hacerme escuchar entre la algarabía.
—¡Son novatos! ¡Creo que harán un tributo a Saratoga!
—¡Y desde cuando te gusta esa clase de música!
La observé extrañada, ella antes de responder mis preguntas señaló el escenario. Una banda desconocida entró en escena. La cantante era una mujer bastante bonita, de cabello largo con unos labios rojos, dotada de una voz sumamente poderosa. Unos gemelos bastante peculiares tocaban la guitarra, al parecer leyéndose la mente de lo coordinados que eran. Un chico de aspecto calmado tocaba el bajo. Otros dos estaban en la batería y el teclado.
Eran muy buenos, sencillamente quedé fascinada junto con Katte. Ambas coreábamos la canción como si de eso dependiera nuestra vida. La chica cantante se percató de nuestro entusiasmo, dedicándonos una media sonrisa. Parecía ser bastante seria y mal humorada como para regalarnos ese gesto. Katte chilló como una súper fan., y yo la imité entusiasmada. Sorprendida la artista se rió de buena gana.
—¡De aquí no nos saca nadie!— un acorde mutuo de parte de los gemelos remato sus palabras. Nosotras seguimos gritando con entusiasmo.
La verdad hace meses que no me comportaba como yo. Hace tanto tiempo que no tenía esa carga de adrenalina, que parecía inyectarme de nueva vida. La banda luego de unas cuantas canciones, se retiró agradeciendo nuestro griterío imparable.
La gente comenzó a retirarse. Nos tuvimos que quedar en nuestro lugar, o sino probablemente moriríamos en el intento de salir en medio del tumulto. Miré a Katte, parecía satisfecha de si misma, renovada y feliz.
—La verdad— comentó ella— estoy harta de ser tan buena. Quizá debería hacer este tipo de locuras más a menudo.
—Tienes razón— solté feliz.
—Mira como parece que esto dará para largo, te propongo un juego— se acercó a mí con decisión— tú me decías que cuando estabas con él… te latía el corazón ¿verdad?
Asentí extrañada.
—Dame tu mano “paisana”— dijo imitando a una gitana. Me reí con entusiasmo y le seguí el juego. Tomó mi muñeca poniéndola sobre mi corazón. Este latía frenético sobre mi palma.
—Y cuando no lo ves también late… no te parece una suerte.
Una suerte… tener a Katte a mi lado lo es. Estar viva y sonreír con ella, a pesar de todo lo sucedido. Una discreta lágrima me recorrió la mejilla.
—Es una suerte maravillosa.
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Estaba de nuevo de vuelta en clases. El fin de semana largo, en compañía de Katte había hecho maravillas conmigo. Felipe y Victoria parecían extrañados por el cambio. Aún llevaba el cabello tomado en una cola de caballo.
—Me gusta— señaló ella— ahora se te ve la cara.
Nos reímos entusiasmados. Afuera en el patio, los cerezos florecían con ganas. Felipe se sentó a mi lado, contándome chismes como si la vida no le alcanzara. Nos burlamos de un par de chiquillos, que se habían caído en la mañana sobre el pasto recién cortado.
Ya no valía la pena pensar en Antonio, en Alejandra cuando tenía tantas cosas pendientes. Tantas risas aún por sacar, tanta amistad que aprovechar.
En eso estaba, observando como Felipe y Victoria jugaban a arrojarse pelotas de papel, mientras yo escribía tranquila, llegó Antonio a sentarse en el puesto del profesor. Lo miré sorprendida pero no enfadada.
—Bonito peinado— señaló— ¿Alguna razón para el cambio?
—Eso no te importa— le hice una mueca de burla.
Sonó la campana. Mis amigos se fueron, no sin antes darle una mirada asesina a Antonio, el cual parecía decirles con la mirada que no me haría daño… no otra vez.
Se ubicó en el puesto de Felipe. Yo volví a hundirme en la croquera.
—¿Necesitas algo?— pregunté con curiosidad
—Nada importante…— suspiró— creo que Alejandra te…
—Si lo menciono… unas mil veces— seguí sin mirarlo.
—Entonces tú… y yo… podríamos.
Había esperado tanto este momento. Esas palabras las había soñado tanto en mi cuarto oscuras, mientras lloraba en silencio. Mas ahora que realmente estaba pasando, yo tan solo me preguntaba ¿Y realmente valdrá la pena? ¿Alejandra nos dejará tranquilos? ¿Él sentirá cosas por ella?
Vislumbré la relación que podríamos tener. Es claro que tendría momentos de felicidad, pero estos serían opacados siempre por el pasado. Ese que nunca lo dejaría tranquilo, aquel que siempre lo esperaría.
Y a decir verdad, yo no estaba para que me rompieran el corazón. Apenas estaba recién recuperándose lentamente. No aguantaría otro embiste de parte de él.
—Nosotros… no es posible— lo miré tristemente— tú lo sabes, el mundo lo sabe— se me cortó la voz.— yo lo sé— sentencié.
—Pero tú no serías.
—Lo siento mucho, pero me llamo Angélica no Alejandra. Puede que físicamente seamos similares, mas somos muy distintas. Yo no tengo fuerzas para luchar por alguien, que nunca lo ha hecho por mí.
Él se dio por vencido. Luego sonrió de lado como de costumbre.
—Siempre has sido mas lista que cualquiera.— luego tomo aire y dijo— te quiero… lamento cuanto te perjudico mi sentimiento.
—No te preocupes— me golpee el pecho— que yo soy fuerte, casi como hija de general. Puedo cuidarme sola.
—Eso es lo que mas me gusta de ti— se levantó depositando un beso en mi frente— ya nos veremos.
—Claro, nos veremos.
Antonio fue a sentarse en su puesto. Yo lo observé desde el mío. Habían pasado tantas cosas y de la nada, todo volvía a ser como antes. Él seguramente regresaría con Alejandra, y yo estaría con mis amigos… al menos todo este año al cual aún le quedaban un par de meses.
Sonreí, sintiéndome por primera vez, segura del camino que había tomado. Había hecho lo correcto por mí. Y eso se sentía muy bien.
FIN
Nota Final: tenía pensado un final muy distinto, pero creo que es mejor así. Ahora tengo un lío xD. Hay otra parte de esta historia (si son dos partes xD) y un epilogo. Mi pregunta es, les muestro la otra parte, o sencillamente el epilogo? Ustedes deciden! Vote por lo que mas le acomode xD
Nos leemos :)

domingo, 4 de septiembre de 2011

Capitulo Dieciseis


Redescubriendo
Las amistades más que hacerse son descubiertas
Estaba totalmente distraída con la mirada pegada en el libro. Las niñas se habían largado al recreo, convencidas de que no podían sacarme de mi mutismo.
Realmente adoro leer esta novela. Es verdaderamente fantástico como mi escritor favorito podía hacerme pensar de maneras tan intricadas.
Como en su otra entrega “Cien años de soledad”, allí Gabriel García Marquez escribió que el tiempo da vueltas en redondo. Según él la historia no es más que el reflejo triste de nuestras acciones pasadas. Yo nunca creí eso posible.
Y ahora instalada sobre mí puesto, con la mirada perdida en una línea del “Amor en los Tiempos del Cólera”, me reía tristemente de mi ingenuidad. Porque ahora todo parecía volver a ser como antes. Las chicas habían vuelto a ser mis amigas, Antonio y Alejandra estaban juntos. Realmente parecía como si todo se mantuviese intacto. Eso me mantenía intranquila.
Los últimos sucesos bailaron sobre mi cabeza. Arreglar las cosas con Victoria resultó mucho más fácil de lo pensado. Ni siquiera tuve que pedirle disculpas, fue ella quien con un gesto algo apenado se acercó a pedírmelas con la voz cortada.
Me asombró bastante esta disculpa, tanto que la acepté sin rechistar. Felipe me observó aún algo molesto.
—No te entiendo Angélica— dictaminó mas enfadado que nunca— te han tratado pésimo toda esta semana. Y ahora te pide perdón, y tú lo aceptas sin ningún reproche.
—Calma Felipe— respondí— las chicas han estado conmigo todo este tiempo, aún cuando me he comportado pero que ellas.
—Yo también he estado contigo…
No alcanzó a terminar la frase. Y yo nuevamente he caído en la trampa de la culpabilidad.
Es cierto él ha estado conmigo de forma incondicional. Porque Felipe ni siquiera sabía de mi historia, bueno al menos no que yo le hubiese contado, pero aún así me apoyaba. En silencio a mí lado, apoyándome cuando más lo requería.
Se levantó algo triste, luego de decir esa frase. El sentimiento de culpabilidad me inundó por completo, y los ojos se me llenaron de lágrimas. ¿Por qué nunca me doy cuenta de cuanto puedo lastimar a la gente que más quiero?
—¡Felipe!— grité levantándome también de mi puesto. Lo abracé desde la cintura, dejando mi rostro en la parte baja de su cuello. —Lo siento— susurré.
Él se detuvo. Entrelazó sus dedos con los míos.
—No importa…
—¡No digas eso!— lo irrumpí— lamento ser tan tonta… de veras.
Se liberó de mis brazos con lentitud. Luego de eso, me secó las pocas lágrimas que aún quedaban en mi cara. Sonrió y dijo:
—¿Quieres ir a dar una vuelta?— me pregunto calmándome.
—Claro— le devolví.
Cuando dijo esas palabras, un montón de recuerdos volvieron a pasar por mi mente. Una pregunta se escapó de mi boca.
—¿Te acuerdas de cómo nos conocimos?
Él estalló en una sonora carcajada.
—¿Acaso hay manera de olvidarlo?
Yo conocí a Felipe, hace aproximadamente unos dos años atrás. Eran los primeros días de nuestro tercer año en el liceo.
A decir verdad me sentía bastante perdida. Me habían cambiado de curso, conocía a poquísimas personas. Me sentaba al lado de un chico cuyo nombre no puedo recordar. Hasta que un día sencillamente unos chicos se instalaron en mi puesto, decididos a sacarme de allí. bueno tampoco yo pelee mucho por ese lugar que digamos.
Así quedé junto a Felipe. El cual era algo reacio a hablarme al principio.
Pasaron los días. De la nada él soltó una frase que nos marcó. Comenzó a relatarme como detestaba los trabajos en grupo: "Imagínate, yo siempre termino haciéndolo todo. Para eso mejor nos dejan solos y tranquilos.". Enarqué una ceja: "A decir verdad pienso lo mismo"
Y de ahí no paramos. De repente estaba hablando con el desconocido como si lo conociera de toda la vida.
Teníamos bastantes cosas en común. Comenzando por nuestra habilidad asombrosa de burlarnos de nosotros mismos. También porque yo fui, una de las pocas personas capaces de llevarle la contraria. Felipe decía que antes de conocerme, se aburría a mares, porque todo el mundo suponía que él tenía siempre la última palabra.
—Ange, eres asombrosa— soltó un día. —Debes ser mi hermana gemela perdida.
Esta broma nació cuando comencé a conocerlo mucho mejor. Su otra faceta, más allá del chico que siempre sacaba buenas notas. Esa escondida que nunca se la quiso revelar a nadie. Por ejemplo de que su madre había tenido un par de gemelos, y uno de ellos lamentablemente no pudo sobrevivir a la primera noche. Entonces a modo de suavizar ese tema tan delicado, surgió esa broma. De que era su gemela perdida que tan solo le llevaba un año de edad.
En ese entonces se forjó entre nosotros la costumbre de salir a caminar por Valparaíso. Siempre con nuestros dedos entrelazados.
—Debes sentirte honrada— declamó— eres la única chica a la cual llevo a pasear de la mano.
Lo miré algo extrañada. En este tiempo ya conocía las múltiples parejas que gravitaban en torno a Felipe. Su celular nunca dejaba de vibrar en clases. Él lo observaba con gesto despectivo, y en más de una ocasión tuve que contestarlo para que dejasen de llamar.
—Aún no entiendo porque eres tan cruel— bufé enfadada.— ¿Para que prometes cosas que no vas a cumplir?
—Yo no he dicho nada. Son ellas las que me buscan a pesar de mis rechazos.
Sin embargo nunca me negué a inventarle mentiras piadosas a las chicas, las cuales nunca se cansaban de llamarlo.
Entre nosotros se terminó forjando un lazo único y espacial. Con el pasar del tiempo, era cada vez mas común pasar mucho tiempo con él. Siempre a su lado, abrazada a su cintura, acostumbrada a su calor. Terminaba siempre contándole de mis caprichos, como solía llamar a los chicos que me gustaban.
—Armando es un tonto— no te conviene en muchos aspectos. Siempre que podía lo criticaba.
El mundo siempre nos quiso ver como una pareja. Mas a pesar de ello, nosotros protegimos nuestro lazo, burlándonos de aquellos que osaban intentar confundir lo nuestro con intenciones románticas.
—¿Te lo imaginas?—decía irritado— sería casi un incesto.
—Si... demasiado raro.
Así nuestra amistad y cariño se consolidó. Nos queríamos como hermanos y nos cuidábamos mutuamente. Felipe estaba siempre a mi lado, protector, sonriente y sarcástico quien siempre lograba hacerme reír.
Así lo recordaría. Como mi gemelo perdido, entre tantas multitudes.


Y ahora recorríamos Valparaíso como siempre lo hacíamos. Con nuestras manos juntas, sintiendo como su calor me reconfortaba intensamente.
—¿Ahora si me contaras lo sucedido?
Tragué saliva. Era complicado contarle ese tipo de cosas románticas a él. Felipe era un tipo pragmático, quien solo busca sexo en la compañía femenina. En su lenguaje las palabras, amor y otras similares no valen nada.
Aún así le relaté todo. Sin omitir ninguna parte. Luego de escucharme atentamente, se llevó las manos al mentón, símbolo de que estaba pensando cuidadosamente la respuesta. Aunque yo no quería que fuese dulce.
—Anda dilo. “Angélica eres una tonta en confiar en él” o quizá “Como se te ocurre creerle”.
—Todo eso ya lo sabes. Pero deduzco que a pesar de todas las pruebas contundentes, tú aún lo quieres.
—Eso no es cierto—estaba a punto de interrumpirme pero fui más rápida que él— lo amo.
Y ambos nos quedamos callados. Me asombré de lo fácil que era decirle esa frase a Felipe. Pero asumirlo había sido lo realmente complicado.
—Soy una tonta— agaché la cabeza— lo amo a pesar de todo. Del dolor, de las mentiras y el hecho de que esta con otra... eso me hace una tonta.
Sin darme cuenta estaba llorando de nuevo. Felipe alargó su brazo, para abrazarme como si fuera una niña pequeña. Me acuné en su pecho, mi refugio particular. Siempre pasaba así, cuando yo extendía mis brazos para consolarlo, era él quien terminaba dándome apoyo a mí.
—Tú sabes que debes ser fuerte... ¿verdad?
Asentí sin dejar de sollozar.
—¡Estoy cansada de toda esta mierda! he llorado todos los malditos días.
—Como dijo tu escritor favorito: Llora, llora todo lo que puedas por amor. Que esas cosas no duran toda la vida.
Salí de sus brazos para mirarlo a la cara.
—Yo hubiese...— habló entrecortadamente— querido tener el valor de decirle a ella lo especial que era. Celebra que al menos, tuviste un tiempo de felicidad a su lado. Llora y luego olvida.
Volvió a secarme la cara con sus manos.
—Hay veces que de veras— le respondí— me impresiona cuanto me quieres.
—No tienes ni idea pequeña— sonrió de lado— ahora que te parece botar tensiones pelando en la Wii de mi hermano.
—Suena genial.
Continuará.
Holas! quise hacer este pequeño capitulo especial de Felipe para que pudiesen conocerlo un poco mejor :B ojala os guste. Nos leemos en otro Cap!

viernes, 12 de agosto de 2011

Capitulo Quince


Entre desastre y tranquilidad.
Cuando tocas mi piel, yo puedo oler el desastre
Me encerré en mi pieza con la cabeza dándome vueltas de manera aterradora. No sabía como de repente las cosas habían terminado así de esa manera… que no era ni buena ni tampoco mala.
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Quedé estática enfrentando la dura mirada de Felipe. Él retiró su vista de mis ojos, tragó saliva y dijo:
—Deberías ir con ellas. Será lo mejor.
Salió de la sala, con una mirada aún apenada.
Sentía que no debía ir con Victoria y Katte. Seguramente pensaban lo peor de mí, luego de la hosca mirada de Felipe.
Suspiré intentando darme valor. Tendría que reparar las cosas luego con mi mejor amigo. Ahora resolvería lo ocurrido con las chicas.
Con el ánimo un poco más arriba, tomé aire y decidí encaminarme hacia donde me esperaban.
Aunque anhelaba poder salir arrancado de aquella situación. Ella estaban en su derecho de estar molestas, eso era verdad. Pero también sentía que me estaban presionando de una manera atroz. Agité la cabeza, no podía ser tan egoísta y no pensar en ellas.
Y sin casi darme cuenta llegué a la parte posterior de mi liceo, el cual era como un pequeño, modesto pero aún así bonito jardín. Era un lugar bastante pacifico y solitario. Cuando observé el pequeño paraje, recordé porque lo evitaba como la peste. Me llegó de golpe la nostalgia por Antonio, era uno de los tantos lugares donde yo había descubierto la felicidad a su lado.
—Apareciste— dijo Katte sin ninguna emoción. Sus palabras me devolvieron abruptamente a la realidad.
—Claro…— repliqué un poco cortada.
Victoria en cambio no podía sostenerme la mirada.
—Angélica… te pido— susurró— no, eso no. Te exijo saber que demonios te pasa ¿qué acaso no somos amigas?
Si claro que lo éramos. Pero una voz en mi mente me repetía constantemente que yo nada malo había hecho.
Que si fuera una amiga me daría tiempo de explicar lo sucedido. Volví a agitar mi cabeza, mordiéndome la boca para no decir esa calamidad.
—¡Como pudiste!— me recriminó con ira, totalmente enfadada.
Quise defenderme. Decir algo para poder reparar lo sucedido. Me detenía el hecho de que Katte aun me miraba con desprecio y que aún escuchaba esa maldita voz en mi cabeza.
—No puedo creer que hayas sido tan cruel— dijo mi mejor amiga con la voz quebrada.
—¿Realmente no me van a escuchar?— escupí de la nada.
Y ninguna de las dos fue capaz de de responderme.
Esa ira contenida explotó de la peor forma. Era injustificada lo reconozco pero aún así dejé que me controlara por completo. Sentí como comenzaba a empañar la vista.
—Para su maldita información no lo besé.
Amabas me miraron con sorpresa. Su reacción me dolió en el alma. Ese gesto me había recordado de manera brutal a Alejandra.
—La verdad es que no te creo. No puedo hacerlo.
Las palabras que pronunció Katte terminaron por exasperarme. Apreté los puños, furiosa y apenada.
—Me largo— sentencié largándome de aquel lugar.
Ninguna de ellas se atrevió a seguirme. Me encaminé hacia mi casa, intentando no llorar como condenada.
Observé la calle. Si al menos estaba por romper a llorar, no quería que ningún conocido me viese en ese estado. Y casi como invocando a la mala suerte… los vi.
Me oculté por puro instinto, detrás de un kiosco cercano.
—¡Qué hago!— me dije— comportarme como una tonta. Eso es lo que hago.
A pesar de eso seguí en ese lugar. Mientras tanto Antonio dejó a Alejandra en el bus. Se despidieron de manera dulce y algo exagerada. Tanta que incluso pensé que me darían arcadas.
Yo siempre sería una intrusa, dentro de esa felicidad ajena. Nunca debí intentar algo con él. Las lágrimas volvieron a reaparecer en mi rostro. Me las sequé con el dorso de la mano. Volví a mirar el paradero de buses. Ahora estaba vació.
Retomé mis pasos para dirigirme a casa. Eso si tomando otro camino, para evitar por cualquier motivo tener alguna excusa para toparme con Antonio.
Mas nuevamente cada rincón de la ciudad gritaba su nombre. Me estremecí sorprendida por mi capacidad de quererlo a pesar de cualquier cosa.
—¿Tienes frió?— preguntó una voz detrás de mí.
Pegué un salto dándome la vuelta. Era Antonio.
Y yo no tenía humor para creerle su parada de buen samaritano.
—¿Tú eres sicópata o qué?
—No fui yo quien se ocultó detrás de un kiosco apenas me miró.
Apreté la boca, sin saber que decirle.
—Largate, no tienes nada que hacer.
—No me has respondido… ¿Qué te pasó?
Hizo un ademán de acercarse a mí, pero yo retrocedí molesta.
—Nada que te importe.
—¿Acaso lloras por…?
—¡No grandísimo inepto!— grité furiosa— escucha y grabalo bien, aunque no creo que tengas cerebro para eso. Mi vida ¡No gira en torno a la tuya! Tengo mis problemas, los cuales no te incumben.
Él se quedó en silencio luego de mis gritos. Yo me quedé quieta, sin quitarle la mirada del rostro. Esperando ¿qué estaba esperando? No lo sabía…
Entonces él se movió con rapidez. Tomó uno de mis brazos, jalándome hacia él con fuerza. Mientras yo me intentaba liberar de su mano, pero todo inútilmente.
—Aunque no quieras escucharlo… lo siento.
Me paralicé en sus brazos por completo. Antonio notó eso y acarició mi cabeza con ternura. Terminé sin querer acomodada en su amplio pecho, escuchando los latidos rápidos de su corazón. Los cuales se sincronizaban con los míos. Y nuevamente terminé sorprendida.
—Gracias por permitirme quererme. Lamento en el alma hacerte daño.
Se me fue la ira en contra de él de súbito. Quise no creerle, pero el tono de su voz era sincero.
—¿Lo dices en serio?
—Muy en serio.
Volví a llorar sin darme cuenta.
—Tranquila— me acunó.
—Ya te dije que no lloraba por ti— saqué la cabeza de su pecho— tengo vida, te lo repito.
—Esa es mi chica— sonrió y secó mis lagrimas con la punta de sus dedos.
Antonio parecía feliz. Y esa extraña alegría me contagió. Era una ilusa realmente lo había perdonado al instante.
Me solté de su abrazo, lamentándolo a cada segundo. Sabía que después de esto, seguiríamos tan separados como antes. Él volvería con Alejandra, y yo… bueno tendría que arreglar los problemas con las chicas.
—Iré a casa— solté— no te preocupes. Ya te he perdonado. Lo siento por no hablarte pero realmente no quería incomodarte.
Y él sonrió de nuevo. Yo no recordaba cuanto la extrañaba.
—¿Puedo acompañarte?
—No gracias… prefiero caminar sola.
—¿Por qué tus amigos te han dejado salir sola?
Lo miré extrañada.
—La verdad es que quería disculparme de hace tiempo— explicó— pero las chicas te han rodeado de manera casi demente. Intentaba poner un pie cerca de tu metro cuadrado y me fulminaban con la mirada. O sino…
—Si entiendo— sonreí tristemente— me he comportado como una loca estos días. Sobre todo con ellas, y son quien menos lo merecen.
—¿De veras?
—sí— le respondí— ellas se merecen una disculpa… quizá algo más que una disculpa. Bueno me los arreglaré como pueda.
Continué mi camino. Mientras Antonio me seguía por detrás.
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¿Por qué las palabras de Antonio eran las únicas que podían devolverme la razón? ¿Acaso él es la única persona que puede hacerme feliz… de veras?
Resolví a llamar a Katte. Ella estaba más apenada que yo. Me pidió disculpas por todas las palabras que había arrojado.
—Ange actué como una tonta.
—No Katte la única idiota aquí soy yo— la calmé— hablaré mañana con Victoria para arreglar todo este enredo.
—¿Por qué tanta felicidad real?— preguntó ella con bastante tino.
Sonreí por el otro lado de la línea.
—No es nada importante.
La verdad siempre que estaba con Antonio, cada vez que él me tocaba o se acercaba a mí yo podía oler el desastre. Y lo malo era mi adicción hacia esa peligrosa, pero emocionante sensación.
Y aunque él no estuviera a mí lado, me di cuenta que haría cualquier cosa para que no dejara de sonreírme… cualquier cosa.
Continuará.
Nota: prometí acción y cumplí! Ahora sobre lo largo… puedo cumplirlo en otro cap xD. Ojala les guste nos vemos!

miércoles, 6 de julio de 2011

Capitulo Catorce


¿Sabías acaso cuanto busqué a alguien que quitase tu puesto de mi corazón?
Mientras Francisco hacía la mejor gala de sus conocimientos, yo me sentía algo perdida ante tanta cháchara inútil. Cada vez que él realizaba algún gesto, una mirada o un titubeo me recordaban inevitablemente a Antonio.
¿Cómo es posible que pareciera que todo gritase su nombre? Cada cuadra, cada esquina de esta enorme ciudad tiene su esencia grabada en mis ojos. Recordaba nuestros paseos, platicas y peleas.
Quizá tuve la mirada perdida mucho tiempo. Francisco detuvo su monologo y se quedó mirándome a los ojos.
—¿Quién es el idiota?— preguntó sin una clase de rodeo.
Me sobresalté. Si es verdad, siempre soy demasiado predecible.
—Tienes razón es todo un idiota— dije mas para mí misma.
El se puso las manos al cuello.
—No tiene remedio ¿A que sí?
—¿Qué cosa? ¿Hablamos del idiota o de mí?
—Quizá de ambos— dijo tocándome la punta de la nariz con picardía. Suspiré derrotada.
—Tal vez si. Es raro ¿sabes?— comenté de la nada— me desagradas un montón porque te pareces a él. Pero no puedo odiar al original.
Guardé silencio por unos instantes, tratando de reordenar mis ideas. Era claro que cuando veía a Francisco no lo veía a él propiamente tal. Sino a otra persona. Dicho sea de paso cualquier sentimiento que me causara, no sería por él.
—Y esa es la razón porque tal vez, no sea disgusto lo que siento por ti. Quizá es algo que quiero evitar. No quiero un reemplazo— dije finalizando la situación.
Me aleje de él sin darle tiempo a reaccionar.
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¿Sería el tiempo para enfrentarme a mi sentimiento? Tomé el teléfono para llevarlo a mi pieza. Katte me contestó algo distraída en la otra línea.
—Hoy me fui con francisco.
Un largo silencio se percibió entre nosotras. Miré el auricular para percatarme si estaba bien conectado.
—¿Me escuchas?
—¿Por qué lo hiciste Angélica?— soltó enfadada— sabes muy bien que a mí… es decir a Victoria le gusta.
—¡También te gusta!
Y Katte me cortó la comunicación abruptamente.
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Felipe me miró con reproche en sus ojos claros. Seguí mirándole sin entender que pasaba por su mente. Luego suspiró y comenzó.
—Entonces ¿No sientes nada por este tipo?
Abrí la boca para decirle que no. Pero mis últimos pensamientos me estaban confundiendo en demasía. Un reemplazo. ¡Qué fácil se veía todo ante esa palabra! Pero por el otro lado estaban mis amigas. ¿O acaso la experiencia pasado no me había enseñado nada al respecto?
Así que solo guardé silencio. Felipe miró por la ventana, señalando a Victoria y Katte que conversaban tranquilamente con Francisco. Y eso me enfadó muchísimo.
—Estás furiosa— acotó mi amigo.
—¡Es qué! ¡Por que se enojan conmigo y no con él!— me crucé de brazos mirando hacia otra dirección, intentando negar lo innegable.
—¿Es solo eso?...
Fue interrumpido por Antonio. Quien eligió ese momento para sentarse en el puesto del profesor con los brazos cruzados.
Tenía tanta ira, tanta rabia en el cuerpo. ¿Qué hacia él aquí? Tenía una novia a quien fastidiarle el día.
—¿Por qué no te largas?— escupí con rabia.
—Es un país libre.
Pero aunque una enorme rabia me consumiese, no podía dejar de pensar que era la primera vez que hablamos desde hace tanto tiempo. Una extraña sensación de ¿felicidad? Me recorría el cuerpo.
—Eres un…— miré sus ojos azules, volviéndome a sentir estúpida— ¡me largo!
Salí de la sala pegando un portazo.
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En mi loca carrera por salir de clases, me topé de cara a Francisco. él observó mi cara de fastidio, preocupado soltó:
—¿Qué sucede?
—¡Nada que te importe!
Él intentó retenerme por las muñecas pero me zafé con facilidad. Seguí caminando con Francisco siguiéndome los talones. Estuve bastante tiempo dando vueltas en círculos intentando que se aburriese de seguirme. No funciono, así que me senté en una banca, mientras él se instalaba a mí lado. Sin saber el porque comencé a relatarle todo lo que me había ocurrido. Sin detenerme ni un segundo, casi me quedé sin aliento de lo rápido que lo expliqué.
—Ya veo. ¿Crees que vale la pena? O sea han pasado tantas cosas… al parecer él no va a cambiar.
Suspiré pasando los dedos por mi cabello.
—Es verdad. Nada va a cambiar.
Francisco pasó sus dedos por mi cara. Me quedé mirando de frente a él, a sus ojos claros y la manera en como me recordaba a Antonio. De alguna forma recordarlo de esta manera se sentía bien… y también terriblemente incorrecto. Seguí observándolo, dispuesta a dejar que me besara…
—No puedo— contesté agachando la mirada.
—Descuida yo puedo.
—Es que no se trata de ti, es de todo. De mis amigas, de lo que me pasa.
Suspiré. Jamás podría querer a nadie como amaba a Antonio. Y un reemplazo no sería la solución. Tan solo causaría un daño tremendo.
Entonces tan solo me di la vuelta y regresé a mi salón.
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En la sala, un disgustado Felipe me esperaba apoyado en el dintel.
—¿Qué ha pasado?
Él se quedó en silencio, como intentando juntar sus palabras. Finalmente escupío.
—Las chicas te siguieron.
Y mi cara se puso del color de la tiza…
Continuara.
Lo siento! Sé que es muy poco, aparte de la demora. Pero siempre pensé que este debía ser un capitulo de transición. Prometo que en el siguiente habrá mas acción de parte de nuestros protas.
Mabel