miércoles, 2 de febrero de 2011

Capitulo ocho

Aceptación.
Hermosa tú, yo altivo; acostumbrados una a arrollar, el otro a no ceder; la senda estrecha, inevitable el choque.
—¡Maldición! ¡Me quedé dormida!
Raudamente volé al baño, encendí la regadera para sacarme la modorra del cuerpo. Por alguna extraña razón me sentía inquieta, como si algo muy importante hubiese pasado…
—¡Mierda! — grité en la ducha cuando todos los recuerdos del día anterior volaron a mi mente.
El día anterior las cosas pasaron demasiado rápidas como para asimilarlas por completo.
Para que decirlo, no tenía ganas de ir a mi escuelo. Más si hay algo que la vida nos demuestra a cada instante, es que el mundo no se detiene solo porque tú lo deseas.
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—¡Te gusta!
—¡Qué no!
—¡Admítelo!
Luego de salir corriendo de donde Antonio, llegué a la sala de Katte. Unas ganas inmensas de llorar me embargaban. Ella miró mi rostro, arregló sus cosas y me dejó en su casa.
Allí estuve durante un largo rato sin hablar. Katte me dejó tranquila, retirándose a la cocina a preparar el almuerzo.
—¿Aún algo shockeada?— preguntó desde allí.
Como tantas veces no supe que responderle.
Pasé mi mirada por el living, con la mente revuelta de distintos recuerdos, emociones y dudas. Hundí mi barbilla entre mis dedos, demasiada confundida hasta como para sentirme en shock.
—Supongo— exclamé solo por decir algo.
—Entiendo— ella tomó asiento a mi lado— debe ser una fuerte impresión, darte cuenta que te gusta Antonio justamente el día que se te declaró.
Nuevamente el carmesí inundó mis mejillas.
—¡Mentira! ¡Como osas decir semejante tontería!— la tomé de los hombros con decisión— ¡Ni se te ocurra decirlo otra vez!
—Aún no te veo.
—¡Veo qué!
—Niégamelo, dime que no sientes nada por él.
Desvié la mirada molesta, soltándola del agarre en que estaba.
—¡Eso! ¡Eso no significa nada!
—Como digas— Katte tomó un poco de agua, tranquilamente mientras yo me revolvía— te escucho.
Le conté todo lo sucedido con pelos y señales. Ella escuchó todo con paciencia.
—¡Y ahora no sé que hacer!
—Primero— dijo sacando un pañuelo, secándome el rostro— si quieres llorar hazlo.
—¡Detesto llorar!— exclamé sintiendo como me traicionaban las malditas— ¡Lo detesto!
—Segundo… ¿qué sientes?
¿Qué siento? ¿Mis sentimientos?
Aunque las lágrimas seguían brotando sin poder contenerlas, me quedé pensando en la última pregunta de Katte.
—En cuanto sepas eso todo será más fácil.
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—¿Qué siento?
Aún podía escuchar las palabras de Katte, arrastradas por el viento de otoño. Estaba camino al colegio, intentando mostrar una cara de póquer, de que nada pasaba por mi mente.
Llegué a la sala casi corriendo, con las mejillas rojas.
Revolví todos los rincones de la sala, Antonio no estaba en ninguna parte. Solté un tremendo suspiro… definitivamente aún no estaba lista para enfrentarlo.
—¡Qué demonios pasó ayer!
Ese grito me llegó de sorpresa, el rostro de él no era nada de sereno. Me tomó del antebrazo dejándome en mi puesto.
¡Hay no! ¡Y recién acabo de llegar!
—Nada importante Felipe— mentí descaradamente.
—Tú a mí no me engañas.
Me mordí los labios, nerviosa hasta más no poder. Él al ver este gesto se relajó durante un momento.
—Vale si no quieres hablar es cosa tuya— cruzó los brazos sobre su pecho—solo ten claro algo...
—Dime…
—Estaré allí pase lo que pase.
Casi como si supiese todo. Como si de alguna manera pudiese leerme la mente. Me arrebujé a su lado como todos los días. Él acarició mi cabello por largo rato.
Al menos estaba segura de que esto nunca cambiaría.
—Gracias
—Por nada.
Antonio no se apareció en todo el día.
Y fatalmente yo lo extrañé cada segundo del día…
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Caminaba a casa. Decidí irme sola para ordenar mis ideas. Katte solo me sonrió cuando le comenté sobre eso.
—Será lo mejor—me sonrió para animarme.
—¿De veras? ¿Estarás…?
Ella me irrumpió, callándome con el dedo índice de su mano.
—Preocúpate por ti ahora.
Sonrió y se alejo calle arriba.
Y ahora estaba en el parque. Saqué la bufanda de mi bolso, para abrigarme. El verano había terminado hace algunas semanas, y el otoño aparecía ante mí. Las hojas formaban una alfombra de polvo de oro, los árboles mostraban su ocre, dorado, castaño… tantos matices.
—Siempre amaré el otoño… es mucho más rico en matices que cualquier estación.
Me senté en un banco, sintiéndome mas tranquila con la brisa de otoño.
—Conozco a Antonio desde hace tanto tiempo… quizá demasiado tiempo.
Los recuerdos no tardaron en aparecer.
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—¡Es él!
—¿De veras?
Mi amiga señalaba a un sujeto alto y delgado. Solo podía observar su espalda desde esa distancia.
—Entonces, él te rechazó.
—¡Si él es el idiota!
—¡Qué se ha creído!—bramé furiosa—le daré una paliza que no olvidará
—Espera… Angélica.
Pero mi amiga quedó atrás. La había escuchado con paciencia todos los días, la alenté a seguir con sus planes… y ahora este imbécil se reía en su cara de sus sentimientos. Eso era el colmo.
—¡Hey tú!— exclamé encarándolo a punto de golpearlo.
—Dime.
El sujeto se dio la media vuelta. Unos ojos azules me enfrentaron. Al parecer ni siquiera intuía el porque de mi ira.
—¡Eres un…!
Más antes de empapelarlo en insultos, una mano blanca y delicada cubrió mi rostro.
—¡Antonio! Ella es Angélica… mi amiga.
Esa mano bajo de mi rostro, y la mirada de ella me indico que me callara. Entonces sonreí falsamente diciéndole.
—Mucho gusto.
—El placer es todo mío— sonrió él— que niña tan tierna— exclamó tocando una de mis mejillas.
Esto era el colmo. De un manotazo aleje su mano de mi rostro.
—No me toques sin mi permiso— me di la vuelta y me fui.
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Terminé riéndome de mi misma. Es increíble como el tiempo se enreda, y te da pequeñas lecciones.
Seguramente él jamás le rompió el corazón a nadie… pero se lo rompió a Alejandra.
Suspiré melancólica. Y más recuerdos se sumaron a la lista.
Como cuando me regalaba una sonrisa para animarme. Cuando peleábamos infantilmente intentando superar al otro. Cantando canciones desafinadas de animé.
Cuando me ayudó con Armando… animándome incluso en tonterías
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—¡Lloraré!
Antonio se acercó a mí, rodeándome con un abrazo fraternal.
—¿Qué paso ahora?
—Mira— señalé un cartel a nuestro lado—¡Es un concurso de literatura! ¡Y solo por un tonto año no podré participar!
Realicé un berrinche digno de una chiquilla de cuatro años. Antonio se hecho a reír mientras seguíamos caminando. En medio de eso, me calme y pude razonar un poco mejor.
—¡Lo haré el próximo año! ¡Pobre de aquel juez que no me nombre ganadora!
—Si temen por su integridad física lo harán, aunque tú no necesitas eso.
—Gracias Antonio— dije sonriéndole.
—Y mejor te suelto porque me pongo nervioso—soltó medio en broma medio en serio.
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—Tonto—sonreí— aunque quizá yo sea más boba que él.
Él estuvo a mi lado en todo momento, y ahora solo por el hecho de faltar, sentía que algo no encajaba, como si una pieza de mi día estuviese incompleta
De alguna manera Antonio siempre estaba a mi lado, y aunque a mí me costara todo mi orgullo aceptarlo… lo necesitaba, muchísimo más de lo que podía ver en ese momento.

1 comentario:

  1. Menos mal que pusiste flashbacks de Antonio xq sino lo hubiera extrañado demasiado en este capitulo e_e

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