Capitulo doce: Inercia
“Fue tan corto tu amor…que es como si nunca hubiese existido. Y eso es lo peor de todo”
“Fue tan corto tu amor…que es como si nunca hubiese existido. Y eso es lo peor de todo”
Un, dos y tres.
Finalmente la alarma de mi velador sonó con instinto asesino. Era demasiado cruel conmigo, yo solo quería mantenerme entre las sabanas protectoras.
El día llegó, aunque yo no lo quisiera. En mi velador reposaba mi pequeño diario, un cuaderno sin pretensiones, él cual se encontraba todo escrito por la noche de desvelo. Aparté el pelo de mi cara, mientras lo releía con atención.
Prácticamente había escrito sin descanso toda la noche. Remarcando con amargo placer como las horas pasaban, sin poder dormir como siempre.
—¡Tengo que levantarme!— dije animándome.
Pero solo terminé tirada sobre el colchón nuevamente. Las ganas de definitivamente quedarme en casa se hacían demasiado tentadoras… hasta que sonó.
Mi celular chilló, chilló y siguió chillando hasta que resignada lo contesté
—¡Mira su tienes ganas de joderme…!
—¡Ange!— dijo Katte por el otro lado de la línea— espero que estés levantada… ¡Todos tus amigos te esperan!
Eso logró que me despegara de mi cama. Miré hacia mi espejo y observé mi rostro demacrado… esa visión de mí misma, derrotada, humillada y sufrida… era demasiado para mí. ¡Angélica es fuerte! ¡Nunca volverá a ser débil!
—¡Soy una tonta!— me grité a mí misma— ¡Esto se acabó!
Agarré el teléfono para gritarle a mi mejor amiga.
—¡Ya era hora! ¡Los quiero a todos puntuales en la puerta del liceo!
Aunque no pudiese ver el rostro de mi mejor amiga, supuse que sonreía… al fin aliviada.
—Te esperaremos.
Corté el teléfono, decidida a quitarme esa cara de pena que tenía pegada desde hacia tiempo. Sabía que sería difícil, casi imposible pero ya no tenía nada más que perder de todas maneras. ______________________________________________________
Levanté mi mano derecha intentando imprimirle ánimo. Todos los chicos me esperaban en la entrada del liceo, Felipe, Katte, Victoria y una nueva chica a su lado. Ellos me sonrieron con naturalidad. Intenté que saliera tan natural como ellos, pero no pude.
—¿Vamos a dejar a Katte a su sala?— pregunté para evitar el momento de encontrarme a Antonio.
—Claro Ange como quieras— contestó Felipe.
—Yo me los adelantaré— comentó Victoria, llevándose del brazo a su nueva compañera. Miré con cara incrédula a Felipe al reconocerla.
—Después te explico.
Caminamos los tres. En el camino mi mejor amigo me relataba de una de sus últimas conquistas. Todos nos reímos en conjunto cuando él acabo su relato.
—¡Nos vemos!
—¡Claro al recreo!— la despedí con una señal de la mano, y ella me la devolvió gustosa. Luego de esa corta despedida, me dirigí junto a Felipe a nuestra sala.
—No sé si este sea el momento para decirlo— comenzó él interrumpiendo nuestro silencio.— Pero sé…
—Descuida— lo corté al seco—en realidad no tiene nada de malo. Aunque no sea yo quien te lo dijera.
Felipe asintió en silencio
—De todas maneras es incomodo saber por otra persona— continuó— sé que tienes tus secretos, yo tengo los míos.
Le sonreí.
—Algún día cuando esté lista, quizá pueda contarte todo. Pero por ahora no… es que sencillamente no puedo ahora.
Habíamos llegado a la sala. Él me tomó de la mano para infundirme valor. Tragué saliva, aunque me sentía que estaba sobreactuando de una manera atroz… cuando finalmente los vi.
¿La verdad? Era como si nunca nada hubiese pasado entre ellos. Y eso me dolió en el alma. Secretamente deseaba que por lo menos, hubiese señales de parte de Antonio, algo que me dijera que me extrañaba de alguna manera. No fue así, para ellos, para el hermoso cuadro de pareja que hacían… yo nunca existí.
Mi amigo tomó mas fuerte mi mano. En ese entonces me percaté que esto no era una pesadilla, ni nada por el estilo. Era algo que debía afrontar, eran las consecuencias de mis actos.
“Hora de entrar a escena”
El orgullo me dominó por completo. Tomó el control de mi cuerpo para no dejarse salir en un buen tiempo. Me di el lujo de mirar a Antonio por largo rato, sin mostrar signos de enfado ni nada. En ese momento se materializaba la frase “lo contrario del amor no es el odio, es la indiferencia”
Así sin ningún traspié de mi parte, los ignoré olímpicamente. Solté la mano de Felipe, y con una enorme sonrisa de gato complacido me senté en mi lugar.
Felipe me observó preocupado.
—Angélica…a veces me asustas mucho más de lo que piensas.
Le devolví una falsa sonrisa.
—¿Te he dicho lo mucho que me agradas, cuando me halagas tanto?
Él sonrió de buena gana.
—Esa es mi chica.
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Fue un día bastante peculiar. Ni siquiera intercambié ni una palabra con Antonio, como si ambos hubiésemos hecho un pacto de silencio absoluto. Tampoco fue un mal día, entre todos estuvimos mucho rato riendo, conversando y tirando papeles como pequeños que aún éramos.
Aunque en el fondo me sentía mal… y algo sola, pero lo compensaba volviendo a reír por idioteces.
A veces mis amigos me miraban de reojo, como queriendo saber más del asunto. Desviaba el tema de manera bastante infantil, hasta que se me ocurrió preguntar.
—¿Y acaso ustedes no han hecho nada digno de contar?
Victoria al escuchar estas palabras, bajo la vista un poco avergonzada. Los dos intercambiaron una mirada cómplice. Sonreí burlona.
—¿No tenían tantas ganas de hablar? ¡Vamos es su oportunidad!
—Esta bien— dijo ella derrotada— ¿Te acuerdas de ese chico…?
Me costó recordar de qué me estaba hablando. Luego recordé el sobrenombre y contuve la risa con dificultad.
—¿Te refieres a… “humanista gay”?— dije haciendo las comillas con mis dedos.
Cuento corto del porque de ese gran apodo. Victoria un día lo vio en el patio del recreo. Me lo señaló con la mano y le dije, tiene cara de humanista. Y ella acoró con su frase de oro “también parece gay”. Así el desconocido se ganó un nombre original.
—¿si me acuerdo? ¡Es imposible olvidar algo así!
—¿Si te dijera además… que bueno… él?
Miré nuevamente a mi amiga con los ojos brillantes de emoción.
—¡Que alegría! Le hablaste verdad. ¿Cuándo lo hiciste? ¿Cómo no me enteré? ¿Acaso estas loca que no contaste nada? ¿Cuándo es la boda?— solté atropelladamente, mas al ver el semblante avergonzado de Victoria, supe que algo no encajaba en mis brillantes deducciones.
—Déjame adivinar— resoplé— ¿No le has hablado?
Ella asintió en silencio. La campana para salir de clase sonó, casi como un signo de burla hacia ella.
—Entonces hoy le hablarás.— sentencié de manera clara.
—¿Perdiste la razón?— ella se puso colorada—No puedo… es decir… ¡Claro que no por ningún motivo!
—Simple… yo lo haré por ti— dije tomando mi mochila, mientras me largaba rumbo a la cafetería. Victoria se quedó en silencio, clavada al piso de la sala.
—¡Angélica! ¡Estás demente!— chilló corriendo para alcanzarme.
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Salimos las tres de la cafetería. Katte, Victoria y yo estábamos como siempre, a punto de asfixiarnos de tanto reírnos. En eso me percaté de que me faltaba algo importante… mi croquera, en la cual dejaba los borradores de mis historias.
—¡Ya vengo!
—¡No te esperaremos!— gritaron ambas a dúo.
Sonreí mientras corría por el pasillo de vuelta al casino. Busqué en todas las mesas, más no la encontraba. Finalmente apareció en la última de estas. Algo aliviada fui a recogerla.
Suspiré aliviada mientras la tomaba entre mis dedos.
—Deberías tener mas cuidado— dijo alguien cerca de mí.
No tuve que darme la vuelta para saber quien era. Agarré mas fuerte la croquera, al punto que las uñas se tornaron de color blanco.
—¿Cómo has…?
Pero no pudo continuar. “alguien” realizó una llegada magistral. Pasó por enfrente de mí, para abalanzarse sobre él. Gracias a Dios aun estaba de espaldas, así que pude ahorrarme la encantadora escena. Tan solo salí corriendo, intentando no ponerme a llorar ahí mismo.
¡Imbecil! ¿Qué demonios se cree preguntándome esa clase de cosas? ¿Es un idiota o se hace? obviamente no estaré bien en un largo rato. Como si no supiera cuanto lo he querido, y cuanto lo seguiré queriendo.
Detuve mi carrera en seco cuando comprendí mis propias palabras. Mis pensamientos fueron veloces… pero sacaron a la luz algo de lo que no me había percatado.
No sé cuanto rato estuve ahí, de pie tan sorprendida. Alguien pasó a mí lado, vio mi cara, supongo que algo pálida y se preocupo.
—¿Ange? ¿Te encuentras bien?
Levanté la vista para encontrarme con los ojos de Ignacio. A lo lejos vi las siluetas de Katte y Victoria que miraban sorprendidas. Entonces recordé el porque de nuestra salida juntas, la apuesta hecha y todas las cosas que prometí. Pero solo el escuchar a Antonio hacía que las olvidase. Soy una tonta.
—¿Eh? Bien claro que si— mentí apresurada— mis amigas me esperan. ¡Chao!
Claro que él no se compró la mentira.
—Si quieres hablar… tú sabes.
—Claro— comenté al vuelo, no muy interesada.
Apresurada, llegué donde estaban mis amigas.
—¿Desde cuando tú e Ignacio son tan amigos?— preguntó Victoria de manera inquisidora.
¿Amigos? Yo no era amiga de él estaba claro. Podíamos conversar de todo un poco, pero no me consideraba su amiga aún.
—Para nada— aclaré.
Ambas siguieron con sus miradas de duda.
—¿Te gusta?— siguió molestándome Victoria.
—¡Claro que no!
—Eso parece un claro que si— comentó Katte divertida.
Siguieron con sus bromas, a pesar de mi advertencia de que me las pagarían. Cuando atravesamos el pasillo, para llegar al patio mi oportunidad se presentó.
Era el chico que dejaba muda a Victoria. Entró al baño, se mojó el pelo y salió en dirección hacia nosotras.
Nunca supe que me pasó. No era de hablarles a desconocidos a base de nada. Supongo que fue el encuentro con Antonio, y todo el resentimiento junto de esos últimos meses. Realmente no sabré nunca que me motivó.
Pero yo estaba siguiéndolo hasta que me paré en frente de él. El chico abrió sus ojos sorprendido, mucho mas cuando le dije un hola alegre. Educadamente me respondió de vuelta, sonriéndome también.
Si yo hubiese sabido en los líos que el extraño me metería, seguramente jamas hubiese cruzado palabra con él.
Continuará
Eso Angélica! ignoralo! se lo merece >:)
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