jueves, 24 de marzo de 2011

Capitulo Trece

Capitulo 13: De problema en problema
Donde no puedas amar, pasa de largo.
(Nietzsche)
Por alguna extraña razón, el desconocido no me simpatizaba tanto como el principio. Era demasiado engreído para mí gusto. Apenas lo saludamos entre las tres, y Katte le preguntó si acaso él había ganado el concurso de historia, sin humildad alguna el extraño dijo que sí. Eso me molestó de sobremanera.
Nos dirigimos a la biblioteca. Extrañamente no solo Victoria parecía encantada con el desconocido, sino también Katte. ¿Adivinan? Eso también me causó fastidio.
—¿Sabes? Has dicho mucho de historia, pero nada sobre tu nombre— susurró una tímida Victoria.
—Yo me llamo Francisco.
Así que ese era su nombre. Me senté en una silla cercana, mis amigas se acercaron a él con unas preguntas sobre la materia. Estaba verdaderamente fastidiada, pero no sabía el porque del asunto.
Fue allí cuando escuché a Francisco darles una gran cátedra, sobre el Chile colonial. Fruncí las cejas, hastiada de tanto parloteo inútil. El ego del tipo podía sentirse a kilómetros de distancia.
Pero disimulé mi enfado lo mejor que pude. Al fin y al cabo, saludé a Francisco para que Victoria lo conociera mejor. Lo más probable era que me sintiera así, porque me estaba excluyendo de toda su conversación. Suspiré y decidí unirme.
—Por eso los humanistas son los mejores.
Ante esas palabras, Katte se molestó aunque decidió callar. Mi otra amiga estaba fascinada, y aunque yo también estuviese de acuerdo con sus palabras, no podía tolerar que tuviese razón en todo lo que proclamaba.
—Eso es una tontería— recriminé sin avergonzarme— el mundo de hoy no es nada sin las ciencias.
—Pues esas ciencias— proclamó Francisco— no son más que las consecuencias de nosotros, seres que se dedicaron a pensar y descubrir.
—¿Perdón niñito? Que yo sepa, ninguno de ustedes podría contra un ejercicio complicado de matemática— “la verdad tú tampoco” me recrimino mi conciencia— ¿Y acaso sabes las proporciones del cuerpo humano? ¿Hay algo más preciso que las matemáticas? ¿Cómo osas burlarte de la física que te mantiene parado? ¿O de la biología que te permite hablar tanta idiotez junta?
De acuerdo esa no era una buena manera de integrarme al grupo. Pero Francisco en vez de enojarse conmigo… se puso a reír de una manera, recordándome al alguien que deseaba olvidar. Por alguna razón el calor subió a mis pobres mejillas, pero sacudí la cabeza y sencillamente crucé los brazos.
Las chicas le hicieron otra pregunta, y el tema pasó sin pena ni gloria. Luego de eso él dijo que tenía que marcharse a casa. Mis amigas quisieron ir de inmediato con él.
Yo tan solo suspiré deseando que todo se acabara pronto. Decidí dejarlos en una esquina, para tener el resto de la calle para pensar tranquila.
—Cuídalas bien— le recomendé a Francisco.
—Como ordene la señora.
Me despedí de ellos. Pude acompañarlos a decir verdad. No tenía prisa, pero seguir al lado del ego ambulante me producía nauseas.
Cuando vi las caras de alegría de ambas, algo se pasó por mi mente. Eran realmente felices. Y eso me provocó desazón. La tristeza oculta durante todo el día tenía tantas ganas de salir de mi pecho. Pero estúpidamente me la tragué respirando hondamente.
Yo no volvería a llorar por Antonio. Seguiría con esta mascara de arlequín que pretende ser feliz… aunque no sabía por cuanto tiempo pudiese seguir sosteniéndola.
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—¡Es tan lindo!— chilló Victoria en mi oído.
La miré con gesto de duda. Ella estaba totalmente embobada. Lo encontró perfecto en todo sentido. Dijo que cuando se fueron juntos, había sido demasiado genial.
—Es un arrogante, idiota y…
Me quedé en silencio, pensando en cuan parecidos eran.
—Tú dices eso porque no lo conoces.
—Victoria solo estuviste con él unos minutos más que yo.
Pero ella estaba instalada en su cielo particular. De cierta manera sentí envidia.
Estaba en esa parte linda, donde todo se nota perfecto.
¿Acaso volvería a sentirme así? De ilusionada, arrebatada y feliz.
Era triste pero ponía toda esa circunstancia en duda.
Felipe apareció por la puerta. Nos saludó con un gesto de la cabeza, para luego tocarme el ojo, visiblemente preocupado.
—Deberías dormir más— sentenció dejando sus cosas en la mesa.
Desvié la mirada intentando cambiar el tema.
—¿Sabías que ayer conocimos a un ego con patas?— le susurré molesta
—Vamos Ange no fue para tanto… aparte tú le hablaste primero.
Y no tenía idea de cuanto me arrepentía.
La gente seguía llegando a la sala. Felipe y Victoria se pusieron a conversar de manera animada, aunque yo seguí concentrada en mis pensamientos fatalistas. Me arrojé sobre el pupitre, subiéndole el volumen a mi mp3.
Totalmente absorta por la música, un ruido llamó mi atención. Rápidamente me saqué los audífonos y me senté derecha, pensando en que el profesor había llegado y estaba sentado en su puesto.
—¿Qué tal?
Y para que mi día empezara mejor, nada menos que Antonio enfrente de mis narices.
—Nada— respondí secamente, desviando la mirada hacia la ventana.
Él suspiró intentando llamar mi atención. Seguí con la vista clavada hacia el patio, sin ganas de volver a mirarlo. Sentía miedo, de perderme en su mirada y sentirme tan idiota como antes. De perdonarlo de inmediato, sin pensar en todo el daño causado.
Justamente cuando estaba a punto de mirarlo, a punto de rendición Alejandra llegó. Se le sentó en las piernas sin ningún recato, dándole un beso largo y hondo en los labios.
Y yo que pensaba que solo los animales marcaban territorio.
Antonio no se soltó del agarre. Entonces ella se alejó y le sonrió gustosa.
Felipe, quien también como yo admiró la escena completa. Me miró y yo suspiré.
—Ange hay cosas que no valen la pena— sentenció enfrente de ellos— y a veces es la gente quien no vale su tiempo.
Le sonreí. De alguna manera saqué fuerzas para superar ese momento, aunque fuese de manera provisoria.
El futuro no sería tan malo, siempre que contara con amigos que me apoyasen.
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No tenía muchas ganas de estar con gente. La verdad estaba algo cansada de pretender estar bien todo el tiempo. Cuando le comenté a Katte que hoy me iría sola a casa, ella no me sonrío como esperaba. Me miró de manera desconfiada, y entonces suspiro cansinamente.
—¿De veras estarás bien sola?
—Te mentiría si te dijera que si Katte. Pero realmente quiero estar sola.
Luego de la escena provocada por Alejandra, realmente necesitaba estar sola. La única manera en que podría golpear las paredes, chillar y caminar con los puños apretados, sin miradas de preocupación rondándome.
—¿Te ha afectado mucho… verdad?
Fruncí el seño ante esas palabras. Se suponía que solo Felipe, el único observador de la escena sabía de lo ocurrido.
—No te enojes— susurró— él está realmente preocupado por ti ¿sabes? Todos lo estamos, por eso no queremos dejarte sola.
—Eso es lo que quiero evitar— me comencé a enfadar, y eso lamentablemente solo logró molestarme de peor manera— sé que soy injusta, pero no soy una cría de seis años— me crucé de brazos
—Pero Ange…
La silencié sin ningún gesto. Mi gran y enorme problema es que soy la persona más orgullosa que ha pisado el puto planeta.
Este estúpido complejo de no necesitar a nadie. Y la rabia acumulada por cada uno de mis poros, hicieron que dijera unas palabras de las cuales me arrepentiré toda la vida.
—Estoy harta que me traten casi como una invalida, estoy harta de verlos a todos preocupados por mí… ¡Qué se han imaginado todos ustedes! No tengo ninguna enfermedad invalidante ni muchos menos. ¡Y no me mires con esa cara de pena, que me dan ganas de rompértela!
De acuerdo lo admito. Katte no se merecía esas palabras. Pero ¡demonios! Yo estaba tan enojada conmigo misma.
—Angélica… ¡Eres una tonta!— chilló con todas sus fuerzas— ¡Has lo que se te de la regalada gana!
—¡Eso haré!
Ella se alejo de mi lado, pude observar que hacía fuerzas sobrehumanas para no llorar.
Soy un ser despreciable.
Tomé fuerzas y aspiré mucho aire por los labios. Era una idiota de primera clase. Katte solo estaba preocupada por mí, era por supuesto mucho mas sensible que yo. A sabiendas de todo estoy voy y le grito esa barbaridad.
El amor nos pone a todos idiotas. Esa idea que nació de mis pensamientos, logró enfadarme muchísimo más.
¡Antonio es el culpable! ¡Ese hijo de puta tiene la culpa de todo!
Darle unos cuantos insultos en mi mente, me alivio un poco por muy tonto que fuese. Tenía tantas ganas de gritárselos, de reprocharles horas, escritos y noches de sueño… pero eso no era posible. Mi propia forma de ser me impedía hacerlo.
En eso estaba caminando de manera lenta a mi hogar, cuando alguien me tomó por el hombro y me dio la vuelta.
—Hola “señora”
—¡Que desagradable! Niñito porque no te vas a jugar con tierra.
Era Francisco. Su mirada de color azul se clavó en la mía. Esa intensidad me recordó a otro idiota, así que corrí la vista algo turbada.
—¿Y tus amigas?
—¿Qué te importa?
—Oh vamos… no puedes ser una amargada todo el tiempo. Vengo en son de paz.
—No veo ninguna bandera blanca— comenté sin ganas de seguirle el juego.
Él tan solo se rió mucho mas divertido. Yo bastante enfadada me di la vuelta para irme.
—¿Dónde vives?— comentó siguiéndome— te apuesto que en un cementerio, digo por la cara de muerta que traes.
—Traigo esta cara, porque un idiota me esta siguiendo sin mi permiso.
—Tus palabras me duelen tanto— realizó un gesto de burla, el sarcasmo teñía cada una de sus palabras
me detuve en seco. Este tipo no tenía ni la mas mínima idea de con quien se metía.
—Suficiente— le corté en seco— o me dejas sola, tranquila como estaba antes, sino te aplastaré esa nariz tan horrible que tienes.
No sonó en broma, ni siquiera amenaza. Él no se rió y solo observo el piso.
—Realmente estas enfadada… ¿pero es necesario descargar tu enojo con todo el mundo?
Esas palabras lograron relajarme. Aunque claro nuevamente me sentí culpable, recordé el rostro de Katte y volví a amargarme.
—Luces triste… solo intentaba distraerte. No pareces el tipo de persona que acepte el consuelo de otros.— suspiró algo agotado— debió ser mi culpa también ¿Quién me llama a meterme en líos ajenos?
Sus palabras nuevamente me recordaron a Antonio sin poderlo evitar. Es que él hacía exactamente lo mismo. Comentaba que le era más fácil tolerar mi cara de enfado, no podía verme llorar. Y eso extrañamente me hacía sentir mejor.
Observé los ojos de Francisco y me sentí intrigada por el brillo que estos poseían.
—De acuerdo niñito puedes acompañarme. Eso no significa que seré amable ni mucho menos— aclaré enseguida.
—Seré tonto pero nunca tanto. ¿Vamos a pasear?
—¿Por qué no?
Continuará.
Nota: Como se darán cuenta el mal humor y no dormir le sacan la cuenta a Ange. Gracias por esperar pacientemente (para que hablar que mi computador es una mierda mientras no me pueda proveer de otro… ¬¬ si hasta mi me hincha las que no tengo xD)
Gracias por pasarse ^

jueves, 10 de marzo de 2011

Capitulo Doce

Capitulo doce: Inercia
“Fue tan corto tu amor…que es como si nunca hubiese existido. Y eso es lo peor de todo”


Un, dos y tres.
Finalmente la alarma de mi velador sonó con instinto asesino. Era demasiado cruel conmigo, yo solo quería mantenerme entre las sabanas protectoras.
El día llegó, aunque yo no lo quisiera. En mi velador reposaba mi pequeño diario, un cuaderno sin pretensiones, él cual se encontraba todo escrito por la noche de desvelo. Aparté el pelo de mi cara, mientras lo releía con atención.
Prácticamente había escrito sin descanso toda la noche. Remarcando con amargo placer como las horas pasaban, sin poder dormir como siempre.
—¡Tengo que levantarme!— dije animándome.
Pero solo terminé tirada sobre el colchón nuevamente. Las ganas de definitivamente quedarme en casa se hacían demasiado tentadoras… hasta que sonó.
Mi celular chilló, chilló y siguió chillando hasta que resignada lo contesté
—¡Mira su tienes ganas de joderme…!
—¡Ange!— dijo Katte por el otro lado de la línea— espero que estés levantada… ¡Todos tus amigos te esperan!
Eso logró que me despegara de mi cama. Miré hacia mi espejo y observé mi rostro demacrado… esa visión de mí misma, derrotada, humillada y sufrida… era demasiado para mí. ¡Angélica es fuerte! ¡Nunca volverá a ser débil!
—¡Soy una tonta!— me grité a mí misma— ¡Esto se acabó!
Agarré el teléfono para gritarle a mi mejor amiga.
—¡Ya era hora! ¡Los quiero a todos puntuales en la puerta del liceo!
Aunque no pudiese ver el rostro de mi mejor amiga, supuse que sonreía… al fin aliviada.
—Te esperaremos.
Corté el teléfono, decidida a quitarme esa cara de pena que tenía pegada desde hacia tiempo. Sabía que sería difícil, casi imposible pero ya no tenía nada más que perder de todas maneras. ______________________________________________________

Levanté mi mano derecha intentando imprimirle ánimo. Todos los chicos me esperaban en la entrada del liceo, Felipe, Katte, Victoria y una nueva chica a su lado. Ellos me sonrieron con naturalidad. Intenté que saliera tan natural como ellos, pero no pude.
—¿Vamos a dejar a Katte a su sala?— pregunté para evitar el momento de encontrarme a Antonio.
—Claro Ange como quieras— contestó Felipe.
—Yo me los adelantaré— comentó Victoria, llevándose del brazo a su nueva compañera. Miré con cara incrédula a Felipe al reconocerla.
—Después te explico.
Caminamos los tres. En el camino mi mejor amigo me relataba de una de sus últimas conquistas. Todos nos reímos en conjunto cuando él acabo su relato.
—¡Nos vemos!
—¡Claro al recreo!— la despedí con una señal de la mano, y ella me la devolvió gustosa. Luego de esa corta despedida, me dirigí junto a Felipe a nuestra sala.
—No sé si este sea el momento para decirlo— comenzó él interrumpiendo nuestro silencio.— Pero sé…
—Descuida— lo corté al seco—en realidad no tiene nada de malo. Aunque no sea yo quien te lo dijera.
Felipe asintió en silencio
—De todas maneras es incomodo saber por otra persona— continuó— sé que tienes tus secretos, yo tengo los míos.
Le sonreí.
—Algún día cuando esté lista, quizá pueda contarte todo. Pero por ahora no… es que sencillamente no puedo ahora.
Habíamos llegado a la sala. Él me tomó de la mano para infundirme valor. Tragué saliva, aunque me sentía que estaba sobreactuando de una manera atroz… cuando finalmente los vi.
¿La verdad? Era como si nunca nada hubiese pasado entre ellos. Y eso me dolió en el alma. Secretamente deseaba que por lo menos, hubiese señales de parte de Antonio, algo que me dijera que me extrañaba de alguna manera. No fue así, para ellos, para el hermoso cuadro de pareja que hacían… yo nunca existí.
Mi amigo tomó mas fuerte mi mano. En ese entonces me percaté que esto no era una pesadilla, ni nada por el estilo. Era algo que debía afrontar, eran las consecuencias de mis actos.
“Hora de entrar a escena”
El orgullo me dominó por completo. Tomó el control de mi cuerpo para no dejarse salir en un buen tiempo. Me di el lujo de mirar a Antonio por largo rato, sin mostrar signos de enfado ni nada. En ese momento se materializaba la frase “lo contrario del amor no es el odio, es la indiferencia”
Así sin ningún traspié de mi parte, los ignoré olímpicamente. Solté la mano de Felipe, y con una enorme sonrisa de gato complacido me senté en mi lugar.
Felipe me observó preocupado.
—Angélica…a veces me asustas mucho más de lo que piensas.
Le devolví una falsa sonrisa.
—¿Te he dicho lo mucho que me agradas, cuando me halagas tanto?
Él sonrió de buena gana.
—Esa es mi chica.
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Fue un día bastante peculiar. Ni siquiera intercambié ni una palabra con Antonio, como si ambos hubiésemos hecho un pacto de silencio absoluto. Tampoco fue un mal día, entre todos estuvimos mucho rato riendo, conversando y tirando papeles como pequeños que aún éramos.
Aunque en el fondo me sentía mal… y algo sola, pero lo compensaba volviendo a reír por idioteces.
A veces mis amigos me miraban de reojo, como queriendo saber más del asunto. Desviaba el tema de manera bastante infantil, hasta que se me ocurrió preguntar.
—¿Y acaso ustedes no han hecho nada digno de contar?
Victoria al escuchar estas palabras, bajo la vista un poco avergonzada. Los dos intercambiaron una mirada cómplice. Sonreí burlona.
—¿No tenían tantas ganas de hablar? ¡Vamos es su oportunidad!
—Esta bien— dijo ella derrotada— ¿Te acuerdas de ese chico…?
Me costó recordar de qué me estaba hablando. Luego recordé el sobrenombre y contuve la risa con dificultad.
—¿Te refieres a… “humanista gay”?— dije haciendo las comillas con mis dedos.
Cuento corto del porque de ese gran apodo. Victoria un día lo vio en el patio del recreo. Me lo señaló con la mano y le dije, tiene cara de humanista. Y ella acoró con su frase de oro “también parece gay”. Así el desconocido se ganó un nombre original.
—¿si me acuerdo? ¡Es imposible olvidar algo así!
—¿Si te dijera además… que bueno… él?
Miré nuevamente a mi amiga con los ojos brillantes de emoción.
—¡Que alegría! Le hablaste verdad. ¿Cuándo lo hiciste? ¿Cómo no me enteré? ¿Acaso estas loca que no contaste nada? ¿Cuándo es la boda?— solté atropelladamente, mas al ver el semblante avergonzado de Victoria, supe que algo no encajaba en mis brillantes deducciones.
—Déjame adivinar— resoplé— ¿No le has hablado?
Ella asintió en silencio. La campana para salir de clase sonó, casi como un signo de burla hacia ella.
—Entonces hoy le hablarás.— sentencié de manera clara.
—¿Perdiste la razón?— ella se puso colorada—No puedo… es decir… ¡Claro que no por ningún motivo!
—Simple… yo lo haré por ti— dije tomando mi mochila, mientras me largaba rumbo a la cafetería. Victoria se quedó en silencio, clavada al piso de la sala.
—¡Angélica! ¡Estás demente!— chilló corriendo para alcanzarme.
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Salimos las tres de la cafetería. Katte, Victoria y yo estábamos como siempre, a punto de asfixiarnos de tanto reírnos. En eso me percaté de que me faltaba algo importante… mi croquera, en la cual dejaba los borradores de mis historias.
—¡Ya vengo!
—¡No te esperaremos!— gritaron ambas a dúo.
Sonreí mientras corría por el pasillo de vuelta al casino. Busqué en todas las mesas, más no la encontraba. Finalmente apareció en la última de estas. Algo aliviada fui a recogerla.
Suspiré aliviada mientras la tomaba entre mis dedos.
—Deberías tener mas cuidado— dijo alguien cerca de mí.
No tuve que darme la vuelta para saber quien era. Agarré mas fuerte la croquera, al punto que las uñas se tornaron de color blanco.
—¿Cómo has…?
Pero no pudo continuar. “alguien” realizó una llegada magistral. Pasó por enfrente de mí, para abalanzarse sobre él. Gracias a Dios aun estaba de espaldas, así que pude ahorrarme la encantadora escena. Tan solo salí corriendo, intentando no ponerme a llorar ahí mismo.
¡Imbecil! ¿Qué demonios se cree preguntándome esa clase de cosas? ¿Es un idiota o se hace? obviamente no estaré bien en un largo rato. Como si no supiera cuanto lo he querido, y cuanto lo seguiré queriendo.
Detuve mi carrera en seco cuando comprendí mis propias palabras. Mis pensamientos fueron veloces… pero sacaron a la luz algo de lo que no me había percatado.
No sé cuanto rato estuve ahí, de pie tan sorprendida. Alguien pasó a mí lado, vio mi cara, supongo que algo pálida y se preocupo.
—¿Ange? ¿Te encuentras bien?
Levanté la vista para encontrarme con los ojos de Ignacio. A lo lejos vi las siluetas de Katte y Victoria que miraban sorprendidas. Entonces recordé el porque de nuestra salida juntas, la apuesta hecha y todas las cosas que prometí. Pero solo el escuchar a Antonio hacía que las olvidase. Soy una tonta.
—¿Eh? Bien claro que si— mentí apresurada— mis amigas me esperan. ¡Chao!
Claro que él no se compró la mentira.
—Si quieres hablar… tú sabes.
—Claro— comenté al vuelo, no muy interesada.
Apresurada, llegué donde estaban mis amigas.
—¿Desde cuando tú e Ignacio son tan amigos?— preguntó Victoria de manera inquisidora.
¿Amigos? Yo no era amiga de él estaba claro. Podíamos conversar de todo un poco, pero no me consideraba su amiga aún.
—Para nada— aclaré.
Ambas siguieron con sus miradas de duda.
—¿Te gusta?— siguió molestándome Victoria.
—¡Claro que no!
—Eso parece un claro que si— comentó Katte divertida.
Siguieron con sus bromas, a pesar de mi advertencia de que me las pagarían. Cuando atravesamos el pasillo, para llegar al patio mi oportunidad se presentó.
Era el chico que dejaba muda a Victoria. Entró al baño, se mojó el pelo y salió en dirección hacia nosotras.
Nunca supe que me pasó. No era de hablarles a desconocidos a base de nada. Supongo que fue el encuentro con Antonio, y todo el resentimiento junto de esos últimos meses. Realmente no sabré nunca que me motivó.
Pero yo estaba siguiéndolo hasta que me paré en frente de él. El chico abrió sus ojos sorprendido, mucho mas cuando le dije un hola alegre. Educadamente me respondió de vuelta, sonriéndome también.
Si yo hubiese sabido en los líos que el extraño me metería, seguramente jamas hubiese cruzado palabra con él.
Continuará