domingo, 4 de septiembre de 2011

Capitulo Dieciseis


Redescubriendo
Las amistades más que hacerse son descubiertas
Estaba totalmente distraída con la mirada pegada en el libro. Las niñas se habían largado al recreo, convencidas de que no podían sacarme de mi mutismo.
Realmente adoro leer esta novela. Es verdaderamente fantástico como mi escritor favorito podía hacerme pensar de maneras tan intricadas.
Como en su otra entrega “Cien años de soledad”, allí Gabriel García Marquez escribió que el tiempo da vueltas en redondo. Según él la historia no es más que el reflejo triste de nuestras acciones pasadas. Yo nunca creí eso posible.
Y ahora instalada sobre mí puesto, con la mirada perdida en una línea del “Amor en los Tiempos del Cólera”, me reía tristemente de mi ingenuidad. Porque ahora todo parecía volver a ser como antes. Las chicas habían vuelto a ser mis amigas, Antonio y Alejandra estaban juntos. Realmente parecía como si todo se mantuviese intacto. Eso me mantenía intranquila.
Los últimos sucesos bailaron sobre mi cabeza. Arreglar las cosas con Victoria resultó mucho más fácil de lo pensado. Ni siquiera tuve que pedirle disculpas, fue ella quien con un gesto algo apenado se acercó a pedírmelas con la voz cortada.
Me asombró bastante esta disculpa, tanto que la acepté sin rechistar. Felipe me observó aún algo molesto.
—No te entiendo Angélica— dictaminó mas enfadado que nunca— te han tratado pésimo toda esta semana. Y ahora te pide perdón, y tú lo aceptas sin ningún reproche.
—Calma Felipe— respondí— las chicas han estado conmigo todo este tiempo, aún cuando me he comportado pero que ellas.
—Yo también he estado contigo…
No alcanzó a terminar la frase. Y yo nuevamente he caído en la trampa de la culpabilidad.
Es cierto él ha estado conmigo de forma incondicional. Porque Felipe ni siquiera sabía de mi historia, bueno al menos no que yo le hubiese contado, pero aún así me apoyaba. En silencio a mí lado, apoyándome cuando más lo requería.
Se levantó algo triste, luego de decir esa frase. El sentimiento de culpabilidad me inundó por completo, y los ojos se me llenaron de lágrimas. ¿Por qué nunca me doy cuenta de cuanto puedo lastimar a la gente que más quiero?
—¡Felipe!— grité levantándome también de mi puesto. Lo abracé desde la cintura, dejando mi rostro en la parte baja de su cuello. —Lo siento— susurré.
Él se detuvo. Entrelazó sus dedos con los míos.
—No importa…
—¡No digas eso!— lo irrumpí— lamento ser tan tonta… de veras.
Se liberó de mis brazos con lentitud. Luego de eso, me secó las pocas lágrimas que aún quedaban en mi cara. Sonrió y dijo:
—¿Quieres ir a dar una vuelta?— me pregunto calmándome.
—Claro— le devolví.
Cuando dijo esas palabras, un montón de recuerdos volvieron a pasar por mi mente. Una pregunta se escapó de mi boca.
—¿Te acuerdas de cómo nos conocimos?
Él estalló en una sonora carcajada.
—¿Acaso hay manera de olvidarlo?
Yo conocí a Felipe, hace aproximadamente unos dos años atrás. Eran los primeros días de nuestro tercer año en el liceo.
A decir verdad me sentía bastante perdida. Me habían cambiado de curso, conocía a poquísimas personas. Me sentaba al lado de un chico cuyo nombre no puedo recordar. Hasta que un día sencillamente unos chicos se instalaron en mi puesto, decididos a sacarme de allí. bueno tampoco yo pelee mucho por ese lugar que digamos.
Así quedé junto a Felipe. El cual era algo reacio a hablarme al principio.
Pasaron los días. De la nada él soltó una frase que nos marcó. Comenzó a relatarme como detestaba los trabajos en grupo: "Imagínate, yo siempre termino haciéndolo todo. Para eso mejor nos dejan solos y tranquilos.". Enarqué una ceja: "A decir verdad pienso lo mismo"
Y de ahí no paramos. De repente estaba hablando con el desconocido como si lo conociera de toda la vida.
Teníamos bastantes cosas en común. Comenzando por nuestra habilidad asombrosa de burlarnos de nosotros mismos. También porque yo fui, una de las pocas personas capaces de llevarle la contraria. Felipe decía que antes de conocerme, se aburría a mares, porque todo el mundo suponía que él tenía siempre la última palabra.
—Ange, eres asombrosa— soltó un día. —Debes ser mi hermana gemela perdida.
Esta broma nació cuando comencé a conocerlo mucho mejor. Su otra faceta, más allá del chico que siempre sacaba buenas notas. Esa escondida que nunca se la quiso revelar a nadie. Por ejemplo de que su madre había tenido un par de gemelos, y uno de ellos lamentablemente no pudo sobrevivir a la primera noche. Entonces a modo de suavizar ese tema tan delicado, surgió esa broma. De que era su gemela perdida que tan solo le llevaba un año de edad.
En ese entonces se forjó entre nosotros la costumbre de salir a caminar por Valparaíso. Siempre con nuestros dedos entrelazados.
—Debes sentirte honrada— declamó— eres la única chica a la cual llevo a pasear de la mano.
Lo miré algo extrañada. En este tiempo ya conocía las múltiples parejas que gravitaban en torno a Felipe. Su celular nunca dejaba de vibrar en clases. Él lo observaba con gesto despectivo, y en más de una ocasión tuve que contestarlo para que dejasen de llamar.
—Aún no entiendo porque eres tan cruel— bufé enfadada.— ¿Para que prometes cosas que no vas a cumplir?
—Yo no he dicho nada. Son ellas las que me buscan a pesar de mis rechazos.
Sin embargo nunca me negué a inventarle mentiras piadosas a las chicas, las cuales nunca se cansaban de llamarlo.
Entre nosotros se terminó forjando un lazo único y espacial. Con el pasar del tiempo, era cada vez mas común pasar mucho tiempo con él. Siempre a su lado, abrazada a su cintura, acostumbrada a su calor. Terminaba siempre contándole de mis caprichos, como solía llamar a los chicos que me gustaban.
—Armando es un tonto— no te conviene en muchos aspectos. Siempre que podía lo criticaba.
El mundo siempre nos quiso ver como una pareja. Mas a pesar de ello, nosotros protegimos nuestro lazo, burlándonos de aquellos que osaban intentar confundir lo nuestro con intenciones románticas.
—¿Te lo imaginas?—decía irritado— sería casi un incesto.
—Si... demasiado raro.
Así nuestra amistad y cariño se consolidó. Nos queríamos como hermanos y nos cuidábamos mutuamente. Felipe estaba siempre a mi lado, protector, sonriente y sarcástico quien siempre lograba hacerme reír.
Así lo recordaría. Como mi gemelo perdido, entre tantas multitudes.


Y ahora recorríamos Valparaíso como siempre lo hacíamos. Con nuestras manos juntas, sintiendo como su calor me reconfortaba intensamente.
—¿Ahora si me contaras lo sucedido?
Tragué saliva. Era complicado contarle ese tipo de cosas románticas a él. Felipe era un tipo pragmático, quien solo busca sexo en la compañía femenina. En su lenguaje las palabras, amor y otras similares no valen nada.
Aún así le relaté todo. Sin omitir ninguna parte. Luego de escucharme atentamente, se llevó las manos al mentón, símbolo de que estaba pensando cuidadosamente la respuesta. Aunque yo no quería que fuese dulce.
—Anda dilo. “Angélica eres una tonta en confiar en él” o quizá “Como se te ocurre creerle”.
—Todo eso ya lo sabes. Pero deduzco que a pesar de todas las pruebas contundentes, tú aún lo quieres.
—Eso no es cierto—estaba a punto de interrumpirme pero fui más rápida que él— lo amo.
Y ambos nos quedamos callados. Me asombré de lo fácil que era decirle esa frase a Felipe. Pero asumirlo había sido lo realmente complicado.
—Soy una tonta— agaché la cabeza— lo amo a pesar de todo. Del dolor, de las mentiras y el hecho de que esta con otra... eso me hace una tonta.
Sin darme cuenta estaba llorando de nuevo. Felipe alargó su brazo, para abrazarme como si fuera una niña pequeña. Me acuné en su pecho, mi refugio particular. Siempre pasaba así, cuando yo extendía mis brazos para consolarlo, era él quien terminaba dándome apoyo a mí.
—Tú sabes que debes ser fuerte... ¿verdad?
Asentí sin dejar de sollozar.
—¡Estoy cansada de toda esta mierda! he llorado todos los malditos días.
—Como dijo tu escritor favorito: Llora, llora todo lo que puedas por amor. Que esas cosas no duran toda la vida.
Salí de sus brazos para mirarlo a la cara.
—Yo hubiese...— habló entrecortadamente— querido tener el valor de decirle a ella lo especial que era. Celebra que al menos, tuviste un tiempo de felicidad a su lado. Llora y luego olvida.
Volvió a secarme la cara con sus manos.
—Hay veces que de veras— le respondí— me impresiona cuanto me quieres.
—No tienes ni idea pequeña— sonrió de lado— ahora que te parece botar tensiones pelando en la Wii de mi hermano.
—Suena genial.
Continuará.
Holas! quise hacer este pequeño capitulo especial de Felipe para que pudiesen conocerlo un poco mejor :B ojala os guste. Nos leemos en otro Cap!