miércoles, 6 de julio de 2011

Capitulo Catorce


¿Sabías acaso cuanto busqué a alguien que quitase tu puesto de mi corazón?
Mientras Francisco hacía la mejor gala de sus conocimientos, yo me sentía algo perdida ante tanta cháchara inútil. Cada vez que él realizaba algún gesto, una mirada o un titubeo me recordaban inevitablemente a Antonio.
¿Cómo es posible que pareciera que todo gritase su nombre? Cada cuadra, cada esquina de esta enorme ciudad tiene su esencia grabada en mis ojos. Recordaba nuestros paseos, platicas y peleas.
Quizá tuve la mirada perdida mucho tiempo. Francisco detuvo su monologo y se quedó mirándome a los ojos.
—¿Quién es el idiota?— preguntó sin una clase de rodeo.
Me sobresalté. Si es verdad, siempre soy demasiado predecible.
—Tienes razón es todo un idiota— dije mas para mí misma.
El se puso las manos al cuello.
—No tiene remedio ¿A que sí?
—¿Qué cosa? ¿Hablamos del idiota o de mí?
—Quizá de ambos— dijo tocándome la punta de la nariz con picardía. Suspiré derrotada.
—Tal vez si. Es raro ¿sabes?— comenté de la nada— me desagradas un montón porque te pareces a él. Pero no puedo odiar al original.
Guardé silencio por unos instantes, tratando de reordenar mis ideas. Era claro que cuando veía a Francisco no lo veía a él propiamente tal. Sino a otra persona. Dicho sea de paso cualquier sentimiento que me causara, no sería por él.
—Y esa es la razón porque tal vez, no sea disgusto lo que siento por ti. Quizá es algo que quiero evitar. No quiero un reemplazo— dije finalizando la situación.
Me aleje de él sin darle tiempo a reaccionar.
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¿Sería el tiempo para enfrentarme a mi sentimiento? Tomé el teléfono para llevarlo a mi pieza. Katte me contestó algo distraída en la otra línea.
—Hoy me fui con francisco.
Un largo silencio se percibió entre nosotras. Miré el auricular para percatarme si estaba bien conectado.
—¿Me escuchas?
—¿Por qué lo hiciste Angélica?— soltó enfadada— sabes muy bien que a mí… es decir a Victoria le gusta.
—¡También te gusta!
Y Katte me cortó la comunicación abruptamente.
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Felipe me miró con reproche en sus ojos claros. Seguí mirándole sin entender que pasaba por su mente. Luego suspiró y comenzó.
—Entonces ¿No sientes nada por este tipo?
Abrí la boca para decirle que no. Pero mis últimos pensamientos me estaban confundiendo en demasía. Un reemplazo. ¡Qué fácil se veía todo ante esa palabra! Pero por el otro lado estaban mis amigas. ¿O acaso la experiencia pasado no me había enseñado nada al respecto?
Así que solo guardé silencio. Felipe miró por la ventana, señalando a Victoria y Katte que conversaban tranquilamente con Francisco. Y eso me enfadó muchísimo.
—Estás furiosa— acotó mi amigo.
—¡Es qué! ¡Por que se enojan conmigo y no con él!— me crucé de brazos mirando hacia otra dirección, intentando negar lo innegable.
—¿Es solo eso?...
Fue interrumpido por Antonio. Quien eligió ese momento para sentarse en el puesto del profesor con los brazos cruzados.
Tenía tanta ira, tanta rabia en el cuerpo. ¿Qué hacia él aquí? Tenía una novia a quien fastidiarle el día.
—¿Por qué no te largas?— escupí con rabia.
—Es un país libre.
Pero aunque una enorme rabia me consumiese, no podía dejar de pensar que era la primera vez que hablamos desde hace tanto tiempo. Una extraña sensación de ¿felicidad? Me recorría el cuerpo.
—Eres un…— miré sus ojos azules, volviéndome a sentir estúpida— ¡me largo!
Salí de la sala pegando un portazo.
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En mi loca carrera por salir de clases, me topé de cara a Francisco. él observó mi cara de fastidio, preocupado soltó:
—¿Qué sucede?
—¡Nada que te importe!
Él intentó retenerme por las muñecas pero me zafé con facilidad. Seguí caminando con Francisco siguiéndome los talones. Estuve bastante tiempo dando vueltas en círculos intentando que se aburriese de seguirme. No funciono, así que me senté en una banca, mientras él se instalaba a mí lado. Sin saber el porque comencé a relatarle todo lo que me había ocurrido. Sin detenerme ni un segundo, casi me quedé sin aliento de lo rápido que lo expliqué.
—Ya veo. ¿Crees que vale la pena? O sea han pasado tantas cosas… al parecer él no va a cambiar.
Suspiré pasando los dedos por mi cabello.
—Es verdad. Nada va a cambiar.
Francisco pasó sus dedos por mi cara. Me quedé mirando de frente a él, a sus ojos claros y la manera en como me recordaba a Antonio. De alguna forma recordarlo de esta manera se sentía bien… y también terriblemente incorrecto. Seguí observándolo, dispuesta a dejar que me besara…
—No puedo— contesté agachando la mirada.
—Descuida yo puedo.
—Es que no se trata de ti, es de todo. De mis amigas, de lo que me pasa.
Suspiré. Jamás podría querer a nadie como amaba a Antonio. Y un reemplazo no sería la solución. Tan solo causaría un daño tremendo.
Entonces tan solo me di la vuelta y regresé a mi salón.
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En la sala, un disgustado Felipe me esperaba apoyado en el dintel.
—¿Qué ha pasado?
Él se quedó en silencio, como intentando juntar sus palabras. Finalmente escupío.
—Las chicas te siguieron.
Y mi cara se puso del color de la tiza…
Continuara.
Lo siento! Sé que es muy poco, aparte de la demora. Pero siempre pensé que este debía ser un capitulo de transición. Prometo que en el siguiente habrá mas acción de parte de nuestros protas.
Mabel