viernes, 30 de diciembre de 2011

Prologo


Prologo: 
Un SOS emití pero no era para ti 

¿Cómo demonios terminé aquí?  

Estaba instalada sobre la mesa del lugar. Todo olía a demonios y era, supongo la razón de mi dolor de cabeza. La música estridente me mareaba atrozmente. 

Recorrí el lugar, buscando a las culpables. Mi prima Nicol nuevamente sonreía para conseguir alcohol gratis, era un truco que parecía funcionarle, ya estaba por la tercera botella. La otra, su hermana Daniela, enredaba su lengua con el nuevo amor de su vida, un sujeto de pantalones anchos y mirada lasciva. Para que hablar del resto, si realmente todos parecían robots bailando al son del ritmo. Uno de ellos posó su mirada en mí, fijándose en todo mi cuerpo. Horrible, francamente detestable. Rodé los ojos mirando hacia otra parte incomoda.

Mas el sujeto no parecía percatarse de que yo lo odié apenas me miró. Se acercó a mí, caminando torpemente, apenas consciente de sus movimientos. Luego me dirgio una sonrisa torcida. Y yo solo pensé "Antonio". Sacudí mi cabeza para despejarme de los recuerdos.


—¿Estás de luto hermosa?— comentó tendiéndome la mano. 


¿Y este se las da de sicologo? Aún así acepté con desgana su invitación a bailar, tan solo para sacarme el aburrimiento del cuerpo. Descorrí con desgana el mechón violeta de mi frente, y me dirigí hacia la pista de baile. 


Él como todo hombre, aprovechó al instante la oportunidad para tomar mi cintura. Fruncí el ceño de inmediato, molesta por tanta desfachatez.


—¿Por qué tan enojada?— el sujeto volvió a marearme con su aliento plagado de alcohol. Ante ese desagradable olor corrí la cara. 


—Nada importante— respondí aún aburrida. Mas no sé porque razón, el imbécil lo tomo como una invitación para aproximarme a su cuerpo. Que tonto, fue mucho más fácil darle un golpe gracias a ello. Un fuerte empujón casi lo deja sentado sobre la pista. No me importó, tan solo me di la vuelta. Pude escuchar los gritos del sujeto, sonreí con malicia.


Milagrosamente el vaso estaba intacto. Observé la mesa y sus alrededores, pero era un buen pretexto para botar esa bebida. Estaba por desecharla cuando sonó mi celular. Observé la pantalla, el nombre de mi tío resaltaba.


—¿ Dígame?— detestaba contestar con todo el ruido externo.


—¡Hola sobrina! Llamaba porque mis hijas no respondían sus celulares ¿Están bien?— preguntó fingiendo preocupación.


"Por supuesto que si, ambas están hundidas intentando olvidar que usted se está revolcando con su secretaria"


—Perfectamente— respondí con sarcasmo. Luego recordé que los hombres entienden a golpes, no sutilezas.—Yo las llevaré a casa.


—Es tan tranquilizante saber que estás con ellas, de verdad muchas gracias.


Claro dejarles la responsabilidad de sus hijas a quien sea. Eres realmente el padre del año, pensé mientras cortaba la llamada. Eran ya las tres de la mañana, algo tarde para conseguir locomoción decente. Decidí llevarme a mis primas aunque fuese con grúa.


Primero me dirigí donde estaba Nicol. Un montón de vasos la rodeaban, así que apuré el paso. Le toqué el hombro y ella respondió con una risotada con olor a cerveza.


— ¡Prima!— gritó eufórica— mira escúchame. — Me tomó de los hombros, intentando fijar la mirada— si yo puedo olvidar al idiota de mi progenitor, tú puedes olvidar a tu estúpido. Vamos bebe conmigo.


— Olvídalo, nos vamos a casa— la tomé fuertemente por la cintura.


Era la parte más fácil, lo complicado sería desenredar la lengua de Daniela, del chico que era todo su centro ahora. Ella nos miró con bastante desagrado para gritarnos:


—¡Yo no me iré ahora!— me miró intentando asustarme. No le resultó, yo tan solo señalé a su hermana, quien con suerte se podía sus propios pies.


—Yo tengo el dinero— repliqué furiosa— mueve tu trasero antes que los patee a ambos.


La cara del acompañante de mi prima fue épica, digna de cualquier obra dramática. Salió corriendo como alma que la lleva el diablo. Sonreí triunfal, mientras Daniela me fulminaba con la mirada. 


A pesar de su enfado, decidió seguirme de mala gana. Después su rostro cambió radicalmente, convenciéndose del deplorable estado de su hermana. Suspiré. 


—Iremos a mi casa. Mañana se largan temprano.


Ella se sorprendió ante mi muestra de generosidad. Supongo que no pensaba que su aburrida prima sería capaz de salvarla de la incomodidad que representaba llevar a su hermana ebria, la cual ahora cantaba una versión inventada del himno nacional.



—Yo no te entiendo… pensé que bueno, tú sabes. — comentó.


—No tienes que hacerlo tampoco.— apoyé el peso de Nicol sobre mi costado— tómala del otro lado, o nos caeremos. Y ahí si que no podré inventar una mentira, para encubrir el hecho de que terminamos en el hospital.



Tomamos un taxi, era realmente tarde. Me senté en el medio mirando con desconfianza al conductor, aunque él parecía mas preocupado de que Nicol no vomitara.


Ella mientras tanto tarareaba una canción de los tiempos de cuando éramos infantes. Cantaba distraída mientras observaba al mundo con gesto ausente. Cada cual tiene su manera de evadirse de la realidad, y ella estaba feliz de haberla encontrado.


—¿Desde cuando...?


—¿Qué bebe?— me irrumpió Daniela— desde que...— desvió la mirada con pena— él se fue con su amante. Papá nos ha dejado solas, como siempre.


Pronunció la palabra "papá" con el mismo desprecio que yo pensaba en Antonio. No quise preguntar, cada cual con sus propios problemas. Era obvio que salían para olvidarse de todos los problemas. Suspiré y me entretuve mirando por la ventana.


El taxi se detuvo frente a mi casa. Nicol salió temblorosa, con el semblante sumamente pálido. Era de contextura delgada, así pues el alcohol le afectaba más. Al ver mi cara de preocupación su hermana me dijo:


—Descuida no es la primera vez que toma tanto— la tomó de los hombros, logrando que se centrara en su rostro— Nicol vamos a la cama.


Aunque mi prima no parecía entender nada, aún así asintió estirando sus delgados brazos, intentando poner cara de sobria. Con la oscuridad era algo fácil de aparentar. Me sorprendía, al parecer era algo que solía hacer con bastante frecuencia.


Finalmente Daniela, a punta de esfuerzos, reclamos e insultos en voz baja, logró acostar a su hermana en mi cama. La cuidó hasta que se quedo profundamente dormida. Yo mientras buscaba unos cobertores, pensaba dormir en el sofá para que ellas ocuparan mi habitación. Antes de poder retirarme Daniela me atajó, preguntándome preocupada: 



—Espera… ¿A ti que te pasa?.


—Nada importante.


—No bailaste con nadie. Solo te quedaste sentada, mirando que hacíamos mi hermana y yo.— remarcó, molestándome profundamente. 


—¿Cuál es tu punto?


—Eres demasiado joven como para arruinar tu juventud por un tonto.


—Y tú eres una demasiado enana como para enredar tu lengua en cuanto chico se te cruce por delante— respondí enojada por su actitud de chica grande.


—Es el amor de mi vida.


—Mira quien habla de madurez ahora— me crucé de brazos.— cada cual supera sus problemas a su modo.


—Tu problema querida prima, es que tú no intentas siquiera eso.


Y tenía razón.


—Da por hecho que esta es la última vez que les hago un favor— finalicé la conversación con un portazo.


Mientras bajaba las escaleras, las lagrimas se derramaban por mi cara sin poderlo contener. Recordé con cruel ironía como lo rechacé... para luego de todas maneras darle un oportunidad ¿Para qué? ¿Por qué? 


Para que me engañara a los pocos meses, para crear ilusiones de palabras falsas. Dejarme tan dañada y rota, que no puedo ver la cara de otro hombre, sin recordarlo ni odiarlo al instante.


Y a pesar de todo yo...


Me abracé a mis rodillas, mientras intentaba dormirme sobre el sofá. 


Continuará


Nota: Prologó según Ange, espero les guste ;D



lunes, 10 de octubre de 2011

Capitulo Diecisiete




Nota preliminar: Los chicos de la banda, son los de Mily! Para que vayan a leer su historia que esta de pelos. Reitero ultimo capitulo.
Aceptación.
"Cuando yo te veo me late el corazón y cuando no te veo… también me late, que suerte, que suerte..."
Dejo de hacer tanto frió como antaño. Aunque el invierno tenía todas las ganas de quedarse ese año, lentamente fue dejando paso, algo hastiado, a una prometedora primavera multicolor.
Comencé a buscar ropa propicia para el cambio de estación. Mientras resoplaba indignada por mi falta de faldas, se me ocurrió mirar el calendario. Quedé sentada acordándome del compromiso con mi mejor amiga.
—¡Rayos! ¿Tanto tiempo ha pasado?
Resulta que a Katte se le había ocurrido la fabulosa idea de salir, a un carnaval cultural. Me comentó de ello con una enorme sonrisa de oreja a oreja. A mí nunca me ha llamado la atención esa clase de eventos. Pero ella estaba empeñada en que la acompañara.
Cuando a ella se le propone algo es como una maquina imparable, capaz de mover todos los engranes del destino para conseguir lo que desea. Estuvo semanas pidiendo que la acompañase. Por supuesto yo desde el principio estaba dispuesta a acompañarla. Ni de chiste hubiese dejado que saliese sola.
Seguí buscando ropa, rogando a los cielos encontrar algo decente para salir.
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—¡Ange!— gritó Katte animada— ¿qué… te paso?
Me ruboricé por completo. Me había tomado el cabello en una cola de caballo, estaba vestida con una falda y camisa a juego. Katte me miraba como si fuese la primera vez que lo hacía.
—¡Nada importante tonta!— la tomé por los hombros— ahora dime donde es el famoso carnaval antes que me arrepienta.
Ella se despabiló por completo. Me tomó del brazo arrastrándome hasta el centro de la ciudad, mientras me comentaba de sus múltiples estudios. Observamos las vitrinas, y en una de ellas estaba el programa.
—¡Oh vamos! ¡Comenzará en un par de horas más!— fulminé con la mirada a Katte— ¿Qué te proponías con esto?
Mi mejor amiga tan solo atinó a sonreír con malicia. Señaló la cafetería y dijo.
—¡Vamos por helados!
Y yo suspiré rendida. Era un caso perdido querer enfadarme con ella, era sencillamente imposible para mí.
Nos sentamos cerca de las ventanas. Mientras esperábamos el pedido ella volvió a mirarme intensamente. Su cara era un poema a las preguntas no dichas.
—Este cambio no tiene nada que ver con él— no mencionaba su nombre si podía hacerlo— es solamente una tontería mía.
—No me preguntaba eso. Era mas otra cosa.— en ese momento la mesera dejó los helados, Katte tomó la cuchara, acariciando la crema lentamente— ¿Te enteraste… verdad?
Mi cara volvió a enrojecer de la culpa. ¿Cómo no saberlo? Si Antonio lamentablemente era parte de mi vida, era casi inevitable enterarme que nuevamente había terminado, hace un par de semanas. Tomé la cuchara con nervios mirándola como si fuera lo más interesante del mundo.
—Eso es un si— tomo un poco de vainilla, comiéndolo con ganas— ¡No dejes que se derrita!— gritó señalando mi copa.
Me sorprendí. Ella siguió comiendo su helado, sonriendo de manera misteriosa. Suspiré y la imité intentando mostrarme animada.
—Ya debe ser la hora de partir— rompió el silencio dejando la copa vacía.— ¡Vamos Ange apurate!— sonrió ampliamente.
—Katte— susurré— ¿No quieres… tú sabes?— tragué lo ultimo de helado que me quedaba— ¿preguntarme algo?
Volvió a mirarme intensamente. Negó con la cabeza y nuevamente me arrastró hacia el centro de la ciudad. Allí estaba un escenario instalado en la mitad de la calle. Mi mejor amiga me empujó por la espalda, prácticamente usándome de carne de cañón para llegar de las primeras.
—¡Quienes van a tocar!— grité intentando hacerme escuchar entre la algarabía.
—¡Son novatos! ¡Creo que harán un tributo a Saratoga!
—¡Y desde cuando te gusta esa clase de música!
La observé extrañada, ella antes de responder mis preguntas señaló el escenario. Una banda desconocida entró en escena. La cantante era una mujer bastante bonita, de cabello largo con unos labios rojos, dotada de una voz sumamente poderosa. Unos gemelos bastante peculiares tocaban la guitarra, al parecer leyéndose la mente de lo coordinados que eran. Un chico de aspecto calmado tocaba el bajo. Otros dos estaban en la batería y el teclado.
Eran muy buenos, sencillamente quedé fascinada junto con Katte. Ambas coreábamos la canción como si de eso dependiera nuestra vida. La chica cantante se percató de nuestro entusiasmo, dedicándonos una media sonrisa. Parecía ser bastante seria y mal humorada como para regalarnos ese gesto. Katte chilló como una súper fan., y yo la imité entusiasmada. Sorprendida la artista se rió de buena gana.
—¡De aquí no nos saca nadie!— un acorde mutuo de parte de los gemelos remato sus palabras. Nosotras seguimos gritando con entusiasmo.
La verdad hace meses que no me comportaba como yo. Hace tanto tiempo que no tenía esa carga de adrenalina, que parecía inyectarme de nueva vida. La banda luego de unas cuantas canciones, se retiró agradeciendo nuestro griterío imparable.
La gente comenzó a retirarse. Nos tuvimos que quedar en nuestro lugar, o sino probablemente moriríamos en el intento de salir en medio del tumulto. Miré a Katte, parecía satisfecha de si misma, renovada y feliz.
—La verdad— comentó ella— estoy harta de ser tan buena. Quizá debería hacer este tipo de locuras más a menudo.
—Tienes razón— solté feliz.
—Mira como parece que esto dará para largo, te propongo un juego— se acercó a mí con decisión— tú me decías que cuando estabas con él… te latía el corazón ¿verdad?
Asentí extrañada.
—Dame tu mano “paisana”— dijo imitando a una gitana. Me reí con entusiasmo y le seguí el juego. Tomó mi muñeca poniéndola sobre mi corazón. Este latía frenético sobre mi palma.
—Y cuando no lo ves también late… no te parece una suerte.
Una suerte… tener a Katte a mi lado lo es. Estar viva y sonreír con ella, a pesar de todo lo sucedido. Una discreta lágrima me recorrió la mejilla.
—Es una suerte maravillosa.
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Estaba de nuevo de vuelta en clases. El fin de semana largo, en compañía de Katte había hecho maravillas conmigo. Felipe y Victoria parecían extrañados por el cambio. Aún llevaba el cabello tomado en una cola de caballo.
—Me gusta— señaló ella— ahora se te ve la cara.
Nos reímos entusiasmados. Afuera en el patio, los cerezos florecían con ganas. Felipe se sentó a mi lado, contándome chismes como si la vida no le alcanzara. Nos burlamos de un par de chiquillos, que se habían caído en la mañana sobre el pasto recién cortado.
Ya no valía la pena pensar en Antonio, en Alejandra cuando tenía tantas cosas pendientes. Tantas risas aún por sacar, tanta amistad que aprovechar.
En eso estaba, observando como Felipe y Victoria jugaban a arrojarse pelotas de papel, mientras yo escribía tranquila, llegó Antonio a sentarse en el puesto del profesor. Lo miré sorprendida pero no enfadada.
—Bonito peinado— señaló— ¿Alguna razón para el cambio?
—Eso no te importa— le hice una mueca de burla.
Sonó la campana. Mis amigos se fueron, no sin antes darle una mirada asesina a Antonio, el cual parecía decirles con la mirada que no me haría daño… no otra vez.
Se ubicó en el puesto de Felipe. Yo volví a hundirme en la croquera.
—¿Necesitas algo?— pregunté con curiosidad
—Nada importante…— suspiró— creo que Alejandra te…
—Si lo menciono… unas mil veces— seguí sin mirarlo.
—Entonces tú… y yo… podríamos.
Había esperado tanto este momento. Esas palabras las había soñado tanto en mi cuarto oscuras, mientras lloraba en silencio. Mas ahora que realmente estaba pasando, yo tan solo me preguntaba ¿Y realmente valdrá la pena? ¿Alejandra nos dejará tranquilos? ¿Él sentirá cosas por ella?
Vislumbré la relación que podríamos tener. Es claro que tendría momentos de felicidad, pero estos serían opacados siempre por el pasado. Ese que nunca lo dejaría tranquilo, aquel que siempre lo esperaría.
Y a decir verdad, yo no estaba para que me rompieran el corazón. Apenas estaba recién recuperándose lentamente. No aguantaría otro embiste de parte de él.
—Nosotros… no es posible— lo miré tristemente— tú lo sabes, el mundo lo sabe— se me cortó la voz.— yo lo sé— sentencié.
—Pero tú no serías.
—Lo siento mucho, pero me llamo Angélica no Alejandra. Puede que físicamente seamos similares, mas somos muy distintas. Yo no tengo fuerzas para luchar por alguien, que nunca lo ha hecho por mí.
Él se dio por vencido. Luego sonrió de lado como de costumbre.
—Siempre has sido mas lista que cualquiera.— luego tomo aire y dijo— te quiero… lamento cuanto te perjudico mi sentimiento.
—No te preocupes— me golpee el pecho— que yo soy fuerte, casi como hija de general. Puedo cuidarme sola.
—Eso es lo que mas me gusta de ti— se levantó depositando un beso en mi frente— ya nos veremos.
—Claro, nos veremos.
Antonio fue a sentarse en su puesto. Yo lo observé desde el mío. Habían pasado tantas cosas y de la nada, todo volvía a ser como antes. Él seguramente regresaría con Alejandra, y yo estaría con mis amigos… al menos todo este año al cual aún le quedaban un par de meses.
Sonreí, sintiéndome por primera vez, segura del camino que había tomado. Había hecho lo correcto por mí. Y eso se sentía muy bien.
FIN
Nota Final: tenía pensado un final muy distinto, pero creo que es mejor así. Ahora tengo un lío xD. Hay otra parte de esta historia (si son dos partes xD) y un epilogo. Mi pregunta es, les muestro la otra parte, o sencillamente el epilogo? Ustedes deciden! Vote por lo que mas le acomode xD
Nos leemos :)

domingo, 4 de septiembre de 2011

Capitulo Dieciseis


Redescubriendo
Las amistades más que hacerse son descubiertas
Estaba totalmente distraída con la mirada pegada en el libro. Las niñas se habían largado al recreo, convencidas de que no podían sacarme de mi mutismo.
Realmente adoro leer esta novela. Es verdaderamente fantástico como mi escritor favorito podía hacerme pensar de maneras tan intricadas.
Como en su otra entrega “Cien años de soledad”, allí Gabriel García Marquez escribió que el tiempo da vueltas en redondo. Según él la historia no es más que el reflejo triste de nuestras acciones pasadas. Yo nunca creí eso posible.
Y ahora instalada sobre mí puesto, con la mirada perdida en una línea del “Amor en los Tiempos del Cólera”, me reía tristemente de mi ingenuidad. Porque ahora todo parecía volver a ser como antes. Las chicas habían vuelto a ser mis amigas, Antonio y Alejandra estaban juntos. Realmente parecía como si todo se mantuviese intacto. Eso me mantenía intranquila.
Los últimos sucesos bailaron sobre mi cabeza. Arreglar las cosas con Victoria resultó mucho más fácil de lo pensado. Ni siquiera tuve que pedirle disculpas, fue ella quien con un gesto algo apenado se acercó a pedírmelas con la voz cortada.
Me asombró bastante esta disculpa, tanto que la acepté sin rechistar. Felipe me observó aún algo molesto.
—No te entiendo Angélica— dictaminó mas enfadado que nunca— te han tratado pésimo toda esta semana. Y ahora te pide perdón, y tú lo aceptas sin ningún reproche.
—Calma Felipe— respondí— las chicas han estado conmigo todo este tiempo, aún cuando me he comportado pero que ellas.
—Yo también he estado contigo…
No alcanzó a terminar la frase. Y yo nuevamente he caído en la trampa de la culpabilidad.
Es cierto él ha estado conmigo de forma incondicional. Porque Felipe ni siquiera sabía de mi historia, bueno al menos no que yo le hubiese contado, pero aún así me apoyaba. En silencio a mí lado, apoyándome cuando más lo requería.
Se levantó algo triste, luego de decir esa frase. El sentimiento de culpabilidad me inundó por completo, y los ojos se me llenaron de lágrimas. ¿Por qué nunca me doy cuenta de cuanto puedo lastimar a la gente que más quiero?
—¡Felipe!— grité levantándome también de mi puesto. Lo abracé desde la cintura, dejando mi rostro en la parte baja de su cuello. —Lo siento— susurré.
Él se detuvo. Entrelazó sus dedos con los míos.
—No importa…
—¡No digas eso!— lo irrumpí— lamento ser tan tonta… de veras.
Se liberó de mis brazos con lentitud. Luego de eso, me secó las pocas lágrimas que aún quedaban en mi cara. Sonrió y dijo:
—¿Quieres ir a dar una vuelta?— me pregunto calmándome.
—Claro— le devolví.
Cuando dijo esas palabras, un montón de recuerdos volvieron a pasar por mi mente. Una pregunta se escapó de mi boca.
—¿Te acuerdas de cómo nos conocimos?
Él estalló en una sonora carcajada.
—¿Acaso hay manera de olvidarlo?
Yo conocí a Felipe, hace aproximadamente unos dos años atrás. Eran los primeros días de nuestro tercer año en el liceo.
A decir verdad me sentía bastante perdida. Me habían cambiado de curso, conocía a poquísimas personas. Me sentaba al lado de un chico cuyo nombre no puedo recordar. Hasta que un día sencillamente unos chicos se instalaron en mi puesto, decididos a sacarme de allí. bueno tampoco yo pelee mucho por ese lugar que digamos.
Así quedé junto a Felipe. El cual era algo reacio a hablarme al principio.
Pasaron los días. De la nada él soltó una frase que nos marcó. Comenzó a relatarme como detestaba los trabajos en grupo: "Imagínate, yo siempre termino haciéndolo todo. Para eso mejor nos dejan solos y tranquilos.". Enarqué una ceja: "A decir verdad pienso lo mismo"
Y de ahí no paramos. De repente estaba hablando con el desconocido como si lo conociera de toda la vida.
Teníamos bastantes cosas en común. Comenzando por nuestra habilidad asombrosa de burlarnos de nosotros mismos. También porque yo fui, una de las pocas personas capaces de llevarle la contraria. Felipe decía que antes de conocerme, se aburría a mares, porque todo el mundo suponía que él tenía siempre la última palabra.
—Ange, eres asombrosa— soltó un día. —Debes ser mi hermana gemela perdida.
Esta broma nació cuando comencé a conocerlo mucho mejor. Su otra faceta, más allá del chico que siempre sacaba buenas notas. Esa escondida que nunca se la quiso revelar a nadie. Por ejemplo de que su madre había tenido un par de gemelos, y uno de ellos lamentablemente no pudo sobrevivir a la primera noche. Entonces a modo de suavizar ese tema tan delicado, surgió esa broma. De que era su gemela perdida que tan solo le llevaba un año de edad.
En ese entonces se forjó entre nosotros la costumbre de salir a caminar por Valparaíso. Siempre con nuestros dedos entrelazados.
—Debes sentirte honrada— declamó— eres la única chica a la cual llevo a pasear de la mano.
Lo miré algo extrañada. En este tiempo ya conocía las múltiples parejas que gravitaban en torno a Felipe. Su celular nunca dejaba de vibrar en clases. Él lo observaba con gesto despectivo, y en más de una ocasión tuve que contestarlo para que dejasen de llamar.
—Aún no entiendo porque eres tan cruel— bufé enfadada.— ¿Para que prometes cosas que no vas a cumplir?
—Yo no he dicho nada. Son ellas las que me buscan a pesar de mis rechazos.
Sin embargo nunca me negué a inventarle mentiras piadosas a las chicas, las cuales nunca se cansaban de llamarlo.
Entre nosotros se terminó forjando un lazo único y espacial. Con el pasar del tiempo, era cada vez mas común pasar mucho tiempo con él. Siempre a su lado, abrazada a su cintura, acostumbrada a su calor. Terminaba siempre contándole de mis caprichos, como solía llamar a los chicos que me gustaban.
—Armando es un tonto— no te conviene en muchos aspectos. Siempre que podía lo criticaba.
El mundo siempre nos quiso ver como una pareja. Mas a pesar de ello, nosotros protegimos nuestro lazo, burlándonos de aquellos que osaban intentar confundir lo nuestro con intenciones románticas.
—¿Te lo imaginas?—decía irritado— sería casi un incesto.
—Si... demasiado raro.
Así nuestra amistad y cariño se consolidó. Nos queríamos como hermanos y nos cuidábamos mutuamente. Felipe estaba siempre a mi lado, protector, sonriente y sarcástico quien siempre lograba hacerme reír.
Así lo recordaría. Como mi gemelo perdido, entre tantas multitudes.


Y ahora recorríamos Valparaíso como siempre lo hacíamos. Con nuestras manos juntas, sintiendo como su calor me reconfortaba intensamente.
—¿Ahora si me contaras lo sucedido?
Tragué saliva. Era complicado contarle ese tipo de cosas románticas a él. Felipe era un tipo pragmático, quien solo busca sexo en la compañía femenina. En su lenguaje las palabras, amor y otras similares no valen nada.
Aún así le relaté todo. Sin omitir ninguna parte. Luego de escucharme atentamente, se llevó las manos al mentón, símbolo de que estaba pensando cuidadosamente la respuesta. Aunque yo no quería que fuese dulce.
—Anda dilo. “Angélica eres una tonta en confiar en él” o quizá “Como se te ocurre creerle”.
—Todo eso ya lo sabes. Pero deduzco que a pesar de todas las pruebas contundentes, tú aún lo quieres.
—Eso no es cierto—estaba a punto de interrumpirme pero fui más rápida que él— lo amo.
Y ambos nos quedamos callados. Me asombré de lo fácil que era decirle esa frase a Felipe. Pero asumirlo había sido lo realmente complicado.
—Soy una tonta— agaché la cabeza— lo amo a pesar de todo. Del dolor, de las mentiras y el hecho de que esta con otra... eso me hace una tonta.
Sin darme cuenta estaba llorando de nuevo. Felipe alargó su brazo, para abrazarme como si fuera una niña pequeña. Me acuné en su pecho, mi refugio particular. Siempre pasaba así, cuando yo extendía mis brazos para consolarlo, era él quien terminaba dándome apoyo a mí.
—Tú sabes que debes ser fuerte... ¿verdad?
Asentí sin dejar de sollozar.
—¡Estoy cansada de toda esta mierda! he llorado todos los malditos días.
—Como dijo tu escritor favorito: Llora, llora todo lo que puedas por amor. Que esas cosas no duran toda la vida.
Salí de sus brazos para mirarlo a la cara.
—Yo hubiese...— habló entrecortadamente— querido tener el valor de decirle a ella lo especial que era. Celebra que al menos, tuviste un tiempo de felicidad a su lado. Llora y luego olvida.
Volvió a secarme la cara con sus manos.
—Hay veces que de veras— le respondí— me impresiona cuanto me quieres.
—No tienes ni idea pequeña— sonrió de lado— ahora que te parece botar tensiones pelando en la Wii de mi hermano.
—Suena genial.
Continuará.
Holas! quise hacer este pequeño capitulo especial de Felipe para que pudiesen conocerlo un poco mejor :B ojala os guste. Nos leemos en otro Cap!

viernes, 12 de agosto de 2011

Capitulo Quince


Entre desastre y tranquilidad.
Cuando tocas mi piel, yo puedo oler el desastre
Me encerré en mi pieza con la cabeza dándome vueltas de manera aterradora. No sabía como de repente las cosas habían terminado así de esa manera… que no era ni buena ni tampoco mala.
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Quedé estática enfrentando la dura mirada de Felipe. Él retiró su vista de mis ojos, tragó saliva y dijo:
—Deberías ir con ellas. Será lo mejor.
Salió de la sala, con una mirada aún apenada.
Sentía que no debía ir con Victoria y Katte. Seguramente pensaban lo peor de mí, luego de la hosca mirada de Felipe.
Suspiré intentando darme valor. Tendría que reparar las cosas luego con mi mejor amigo. Ahora resolvería lo ocurrido con las chicas.
Con el ánimo un poco más arriba, tomé aire y decidí encaminarme hacia donde me esperaban.
Aunque anhelaba poder salir arrancado de aquella situación. Ella estaban en su derecho de estar molestas, eso era verdad. Pero también sentía que me estaban presionando de una manera atroz. Agité la cabeza, no podía ser tan egoísta y no pensar en ellas.
Y sin casi darme cuenta llegué a la parte posterior de mi liceo, el cual era como un pequeño, modesto pero aún así bonito jardín. Era un lugar bastante pacifico y solitario. Cuando observé el pequeño paraje, recordé porque lo evitaba como la peste. Me llegó de golpe la nostalgia por Antonio, era uno de los tantos lugares donde yo había descubierto la felicidad a su lado.
—Apareciste— dijo Katte sin ninguna emoción. Sus palabras me devolvieron abruptamente a la realidad.
—Claro…— repliqué un poco cortada.
Victoria en cambio no podía sostenerme la mirada.
—Angélica… te pido— susurró— no, eso no. Te exijo saber que demonios te pasa ¿qué acaso no somos amigas?
Si claro que lo éramos. Pero una voz en mi mente me repetía constantemente que yo nada malo había hecho.
Que si fuera una amiga me daría tiempo de explicar lo sucedido. Volví a agitar mi cabeza, mordiéndome la boca para no decir esa calamidad.
—¡Como pudiste!— me recriminó con ira, totalmente enfadada.
Quise defenderme. Decir algo para poder reparar lo sucedido. Me detenía el hecho de que Katte aun me miraba con desprecio y que aún escuchaba esa maldita voz en mi cabeza.
—No puedo creer que hayas sido tan cruel— dijo mi mejor amiga con la voz quebrada.
—¿Realmente no me van a escuchar?— escupí de la nada.
Y ninguna de las dos fue capaz de de responderme.
Esa ira contenida explotó de la peor forma. Era injustificada lo reconozco pero aún así dejé que me controlara por completo. Sentí como comenzaba a empañar la vista.
—Para su maldita información no lo besé.
Amabas me miraron con sorpresa. Su reacción me dolió en el alma. Ese gesto me había recordado de manera brutal a Alejandra.
—La verdad es que no te creo. No puedo hacerlo.
Las palabras que pronunció Katte terminaron por exasperarme. Apreté los puños, furiosa y apenada.
—Me largo— sentencié largándome de aquel lugar.
Ninguna de ellas se atrevió a seguirme. Me encaminé hacia mi casa, intentando no llorar como condenada.
Observé la calle. Si al menos estaba por romper a llorar, no quería que ningún conocido me viese en ese estado. Y casi como invocando a la mala suerte… los vi.
Me oculté por puro instinto, detrás de un kiosco cercano.
—¡Qué hago!— me dije— comportarme como una tonta. Eso es lo que hago.
A pesar de eso seguí en ese lugar. Mientras tanto Antonio dejó a Alejandra en el bus. Se despidieron de manera dulce y algo exagerada. Tanta que incluso pensé que me darían arcadas.
Yo siempre sería una intrusa, dentro de esa felicidad ajena. Nunca debí intentar algo con él. Las lágrimas volvieron a reaparecer en mi rostro. Me las sequé con el dorso de la mano. Volví a mirar el paradero de buses. Ahora estaba vació.
Retomé mis pasos para dirigirme a casa. Eso si tomando otro camino, para evitar por cualquier motivo tener alguna excusa para toparme con Antonio.
Mas nuevamente cada rincón de la ciudad gritaba su nombre. Me estremecí sorprendida por mi capacidad de quererlo a pesar de cualquier cosa.
—¿Tienes frió?— preguntó una voz detrás de mí.
Pegué un salto dándome la vuelta. Era Antonio.
Y yo no tenía humor para creerle su parada de buen samaritano.
—¿Tú eres sicópata o qué?
—No fui yo quien se ocultó detrás de un kiosco apenas me miró.
Apreté la boca, sin saber que decirle.
—Largate, no tienes nada que hacer.
—No me has respondido… ¿Qué te pasó?
Hizo un ademán de acercarse a mí, pero yo retrocedí molesta.
—Nada que te importe.
—¿Acaso lloras por…?
—¡No grandísimo inepto!— grité furiosa— escucha y grabalo bien, aunque no creo que tengas cerebro para eso. Mi vida ¡No gira en torno a la tuya! Tengo mis problemas, los cuales no te incumben.
Él se quedó en silencio luego de mis gritos. Yo me quedé quieta, sin quitarle la mirada del rostro. Esperando ¿qué estaba esperando? No lo sabía…
Entonces él se movió con rapidez. Tomó uno de mis brazos, jalándome hacia él con fuerza. Mientras yo me intentaba liberar de su mano, pero todo inútilmente.
—Aunque no quieras escucharlo… lo siento.
Me paralicé en sus brazos por completo. Antonio notó eso y acarició mi cabeza con ternura. Terminé sin querer acomodada en su amplio pecho, escuchando los latidos rápidos de su corazón. Los cuales se sincronizaban con los míos. Y nuevamente terminé sorprendida.
—Gracias por permitirme quererme. Lamento en el alma hacerte daño.
Se me fue la ira en contra de él de súbito. Quise no creerle, pero el tono de su voz era sincero.
—¿Lo dices en serio?
—Muy en serio.
Volví a llorar sin darme cuenta.
—Tranquila— me acunó.
—Ya te dije que no lloraba por ti— saqué la cabeza de su pecho— tengo vida, te lo repito.
—Esa es mi chica— sonrió y secó mis lagrimas con la punta de sus dedos.
Antonio parecía feliz. Y esa extraña alegría me contagió. Era una ilusa realmente lo había perdonado al instante.
Me solté de su abrazo, lamentándolo a cada segundo. Sabía que después de esto, seguiríamos tan separados como antes. Él volvería con Alejandra, y yo… bueno tendría que arreglar los problemas con las chicas.
—Iré a casa— solté— no te preocupes. Ya te he perdonado. Lo siento por no hablarte pero realmente no quería incomodarte.
Y él sonrió de nuevo. Yo no recordaba cuanto la extrañaba.
—¿Puedo acompañarte?
—No gracias… prefiero caminar sola.
—¿Por qué tus amigos te han dejado salir sola?
Lo miré extrañada.
—La verdad es que quería disculparme de hace tiempo— explicó— pero las chicas te han rodeado de manera casi demente. Intentaba poner un pie cerca de tu metro cuadrado y me fulminaban con la mirada. O sino…
—Si entiendo— sonreí tristemente— me he comportado como una loca estos días. Sobre todo con ellas, y son quien menos lo merecen.
—¿De veras?
—sí— le respondí— ellas se merecen una disculpa… quizá algo más que una disculpa. Bueno me los arreglaré como pueda.
Continué mi camino. Mientras Antonio me seguía por detrás.
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¿Por qué las palabras de Antonio eran las únicas que podían devolverme la razón? ¿Acaso él es la única persona que puede hacerme feliz… de veras?
Resolví a llamar a Katte. Ella estaba más apenada que yo. Me pidió disculpas por todas las palabras que había arrojado.
—Ange actué como una tonta.
—No Katte la única idiota aquí soy yo— la calmé— hablaré mañana con Victoria para arreglar todo este enredo.
—¿Por qué tanta felicidad real?— preguntó ella con bastante tino.
Sonreí por el otro lado de la línea.
—No es nada importante.
La verdad siempre que estaba con Antonio, cada vez que él me tocaba o se acercaba a mí yo podía oler el desastre. Y lo malo era mi adicción hacia esa peligrosa, pero emocionante sensación.
Y aunque él no estuviera a mí lado, me di cuenta que haría cualquier cosa para que no dejara de sonreírme… cualquier cosa.
Continuará.
Nota: prometí acción y cumplí! Ahora sobre lo largo… puedo cumplirlo en otro cap xD. Ojala les guste nos vemos!

miércoles, 6 de julio de 2011

Capitulo Catorce


¿Sabías acaso cuanto busqué a alguien que quitase tu puesto de mi corazón?
Mientras Francisco hacía la mejor gala de sus conocimientos, yo me sentía algo perdida ante tanta cháchara inútil. Cada vez que él realizaba algún gesto, una mirada o un titubeo me recordaban inevitablemente a Antonio.
¿Cómo es posible que pareciera que todo gritase su nombre? Cada cuadra, cada esquina de esta enorme ciudad tiene su esencia grabada en mis ojos. Recordaba nuestros paseos, platicas y peleas.
Quizá tuve la mirada perdida mucho tiempo. Francisco detuvo su monologo y se quedó mirándome a los ojos.
—¿Quién es el idiota?— preguntó sin una clase de rodeo.
Me sobresalté. Si es verdad, siempre soy demasiado predecible.
—Tienes razón es todo un idiota— dije mas para mí misma.
El se puso las manos al cuello.
—No tiene remedio ¿A que sí?
—¿Qué cosa? ¿Hablamos del idiota o de mí?
—Quizá de ambos— dijo tocándome la punta de la nariz con picardía. Suspiré derrotada.
—Tal vez si. Es raro ¿sabes?— comenté de la nada— me desagradas un montón porque te pareces a él. Pero no puedo odiar al original.
Guardé silencio por unos instantes, tratando de reordenar mis ideas. Era claro que cuando veía a Francisco no lo veía a él propiamente tal. Sino a otra persona. Dicho sea de paso cualquier sentimiento que me causara, no sería por él.
—Y esa es la razón porque tal vez, no sea disgusto lo que siento por ti. Quizá es algo que quiero evitar. No quiero un reemplazo— dije finalizando la situación.
Me aleje de él sin darle tiempo a reaccionar.
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¿Sería el tiempo para enfrentarme a mi sentimiento? Tomé el teléfono para llevarlo a mi pieza. Katte me contestó algo distraída en la otra línea.
—Hoy me fui con francisco.
Un largo silencio se percibió entre nosotras. Miré el auricular para percatarme si estaba bien conectado.
—¿Me escuchas?
—¿Por qué lo hiciste Angélica?— soltó enfadada— sabes muy bien que a mí… es decir a Victoria le gusta.
—¡También te gusta!
Y Katte me cortó la comunicación abruptamente.
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Felipe me miró con reproche en sus ojos claros. Seguí mirándole sin entender que pasaba por su mente. Luego suspiró y comenzó.
—Entonces ¿No sientes nada por este tipo?
Abrí la boca para decirle que no. Pero mis últimos pensamientos me estaban confundiendo en demasía. Un reemplazo. ¡Qué fácil se veía todo ante esa palabra! Pero por el otro lado estaban mis amigas. ¿O acaso la experiencia pasado no me había enseñado nada al respecto?
Así que solo guardé silencio. Felipe miró por la ventana, señalando a Victoria y Katte que conversaban tranquilamente con Francisco. Y eso me enfadó muchísimo.
—Estás furiosa— acotó mi amigo.
—¡Es qué! ¡Por que se enojan conmigo y no con él!— me crucé de brazos mirando hacia otra dirección, intentando negar lo innegable.
—¿Es solo eso?...
Fue interrumpido por Antonio. Quien eligió ese momento para sentarse en el puesto del profesor con los brazos cruzados.
Tenía tanta ira, tanta rabia en el cuerpo. ¿Qué hacia él aquí? Tenía una novia a quien fastidiarle el día.
—¿Por qué no te largas?— escupí con rabia.
—Es un país libre.
Pero aunque una enorme rabia me consumiese, no podía dejar de pensar que era la primera vez que hablamos desde hace tanto tiempo. Una extraña sensación de ¿felicidad? Me recorría el cuerpo.
—Eres un…— miré sus ojos azules, volviéndome a sentir estúpida— ¡me largo!
Salí de la sala pegando un portazo.
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En mi loca carrera por salir de clases, me topé de cara a Francisco. él observó mi cara de fastidio, preocupado soltó:
—¿Qué sucede?
—¡Nada que te importe!
Él intentó retenerme por las muñecas pero me zafé con facilidad. Seguí caminando con Francisco siguiéndome los talones. Estuve bastante tiempo dando vueltas en círculos intentando que se aburriese de seguirme. No funciono, así que me senté en una banca, mientras él se instalaba a mí lado. Sin saber el porque comencé a relatarle todo lo que me había ocurrido. Sin detenerme ni un segundo, casi me quedé sin aliento de lo rápido que lo expliqué.
—Ya veo. ¿Crees que vale la pena? O sea han pasado tantas cosas… al parecer él no va a cambiar.
Suspiré pasando los dedos por mi cabello.
—Es verdad. Nada va a cambiar.
Francisco pasó sus dedos por mi cara. Me quedé mirando de frente a él, a sus ojos claros y la manera en como me recordaba a Antonio. De alguna forma recordarlo de esta manera se sentía bien… y también terriblemente incorrecto. Seguí observándolo, dispuesta a dejar que me besara…
—No puedo— contesté agachando la mirada.
—Descuida yo puedo.
—Es que no se trata de ti, es de todo. De mis amigas, de lo que me pasa.
Suspiré. Jamás podría querer a nadie como amaba a Antonio. Y un reemplazo no sería la solución. Tan solo causaría un daño tremendo.
Entonces tan solo me di la vuelta y regresé a mi salón.
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En la sala, un disgustado Felipe me esperaba apoyado en el dintel.
—¿Qué ha pasado?
Él se quedó en silencio, como intentando juntar sus palabras. Finalmente escupío.
—Las chicas te siguieron.
Y mi cara se puso del color de la tiza…
Continuara.
Lo siento! Sé que es muy poco, aparte de la demora. Pero siempre pensé que este debía ser un capitulo de transición. Prometo que en el siguiente habrá mas acción de parte de nuestros protas.
Mabel

jueves, 24 de marzo de 2011

Capitulo Trece

Capitulo 13: De problema en problema
Donde no puedas amar, pasa de largo.
(Nietzsche)
Por alguna extraña razón, el desconocido no me simpatizaba tanto como el principio. Era demasiado engreído para mí gusto. Apenas lo saludamos entre las tres, y Katte le preguntó si acaso él había ganado el concurso de historia, sin humildad alguna el extraño dijo que sí. Eso me molestó de sobremanera.
Nos dirigimos a la biblioteca. Extrañamente no solo Victoria parecía encantada con el desconocido, sino también Katte. ¿Adivinan? Eso también me causó fastidio.
—¿Sabes? Has dicho mucho de historia, pero nada sobre tu nombre— susurró una tímida Victoria.
—Yo me llamo Francisco.
Así que ese era su nombre. Me senté en una silla cercana, mis amigas se acercaron a él con unas preguntas sobre la materia. Estaba verdaderamente fastidiada, pero no sabía el porque del asunto.
Fue allí cuando escuché a Francisco darles una gran cátedra, sobre el Chile colonial. Fruncí las cejas, hastiada de tanto parloteo inútil. El ego del tipo podía sentirse a kilómetros de distancia.
Pero disimulé mi enfado lo mejor que pude. Al fin y al cabo, saludé a Francisco para que Victoria lo conociera mejor. Lo más probable era que me sintiera así, porque me estaba excluyendo de toda su conversación. Suspiré y decidí unirme.
—Por eso los humanistas son los mejores.
Ante esas palabras, Katte se molestó aunque decidió callar. Mi otra amiga estaba fascinada, y aunque yo también estuviese de acuerdo con sus palabras, no podía tolerar que tuviese razón en todo lo que proclamaba.
—Eso es una tontería— recriminé sin avergonzarme— el mundo de hoy no es nada sin las ciencias.
—Pues esas ciencias— proclamó Francisco— no son más que las consecuencias de nosotros, seres que se dedicaron a pensar y descubrir.
—¿Perdón niñito? Que yo sepa, ninguno de ustedes podría contra un ejercicio complicado de matemática— “la verdad tú tampoco” me recrimino mi conciencia— ¿Y acaso sabes las proporciones del cuerpo humano? ¿Hay algo más preciso que las matemáticas? ¿Cómo osas burlarte de la física que te mantiene parado? ¿O de la biología que te permite hablar tanta idiotez junta?
De acuerdo esa no era una buena manera de integrarme al grupo. Pero Francisco en vez de enojarse conmigo… se puso a reír de una manera, recordándome al alguien que deseaba olvidar. Por alguna razón el calor subió a mis pobres mejillas, pero sacudí la cabeza y sencillamente crucé los brazos.
Las chicas le hicieron otra pregunta, y el tema pasó sin pena ni gloria. Luego de eso él dijo que tenía que marcharse a casa. Mis amigas quisieron ir de inmediato con él.
Yo tan solo suspiré deseando que todo se acabara pronto. Decidí dejarlos en una esquina, para tener el resto de la calle para pensar tranquila.
—Cuídalas bien— le recomendé a Francisco.
—Como ordene la señora.
Me despedí de ellos. Pude acompañarlos a decir verdad. No tenía prisa, pero seguir al lado del ego ambulante me producía nauseas.
Cuando vi las caras de alegría de ambas, algo se pasó por mi mente. Eran realmente felices. Y eso me provocó desazón. La tristeza oculta durante todo el día tenía tantas ganas de salir de mi pecho. Pero estúpidamente me la tragué respirando hondamente.
Yo no volvería a llorar por Antonio. Seguiría con esta mascara de arlequín que pretende ser feliz… aunque no sabía por cuanto tiempo pudiese seguir sosteniéndola.
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—¡Es tan lindo!— chilló Victoria en mi oído.
La miré con gesto de duda. Ella estaba totalmente embobada. Lo encontró perfecto en todo sentido. Dijo que cuando se fueron juntos, había sido demasiado genial.
—Es un arrogante, idiota y…
Me quedé en silencio, pensando en cuan parecidos eran.
—Tú dices eso porque no lo conoces.
—Victoria solo estuviste con él unos minutos más que yo.
Pero ella estaba instalada en su cielo particular. De cierta manera sentí envidia.
Estaba en esa parte linda, donde todo se nota perfecto.
¿Acaso volvería a sentirme así? De ilusionada, arrebatada y feliz.
Era triste pero ponía toda esa circunstancia en duda.
Felipe apareció por la puerta. Nos saludó con un gesto de la cabeza, para luego tocarme el ojo, visiblemente preocupado.
—Deberías dormir más— sentenció dejando sus cosas en la mesa.
Desvié la mirada intentando cambiar el tema.
—¿Sabías que ayer conocimos a un ego con patas?— le susurré molesta
—Vamos Ange no fue para tanto… aparte tú le hablaste primero.
Y no tenía idea de cuanto me arrepentía.
La gente seguía llegando a la sala. Felipe y Victoria se pusieron a conversar de manera animada, aunque yo seguí concentrada en mis pensamientos fatalistas. Me arrojé sobre el pupitre, subiéndole el volumen a mi mp3.
Totalmente absorta por la música, un ruido llamó mi atención. Rápidamente me saqué los audífonos y me senté derecha, pensando en que el profesor había llegado y estaba sentado en su puesto.
—¿Qué tal?
Y para que mi día empezara mejor, nada menos que Antonio enfrente de mis narices.
—Nada— respondí secamente, desviando la mirada hacia la ventana.
Él suspiró intentando llamar mi atención. Seguí con la vista clavada hacia el patio, sin ganas de volver a mirarlo. Sentía miedo, de perderme en su mirada y sentirme tan idiota como antes. De perdonarlo de inmediato, sin pensar en todo el daño causado.
Justamente cuando estaba a punto de mirarlo, a punto de rendición Alejandra llegó. Se le sentó en las piernas sin ningún recato, dándole un beso largo y hondo en los labios.
Y yo que pensaba que solo los animales marcaban territorio.
Antonio no se soltó del agarre. Entonces ella se alejó y le sonrió gustosa.
Felipe, quien también como yo admiró la escena completa. Me miró y yo suspiré.
—Ange hay cosas que no valen la pena— sentenció enfrente de ellos— y a veces es la gente quien no vale su tiempo.
Le sonreí. De alguna manera saqué fuerzas para superar ese momento, aunque fuese de manera provisoria.
El futuro no sería tan malo, siempre que contara con amigos que me apoyasen.
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No tenía muchas ganas de estar con gente. La verdad estaba algo cansada de pretender estar bien todo el tiempo. Cuando le comenté a Katte que hoy me iría sola a casa, ella no me sonrío como esperaba. Me miró de manera desconfiada, y entonces suspiro cansinamente.
—¿De veras estarás bien sola?
—Te mentiría si te dijera que si Katte. Pero realmente quiero estar sola.
Luego de la escena provocada por Alejandra, realmente necesitaba estar sola. La única manera en que podría golpear las paredes, chillar y caminar con los puños apretados, sin miradas de preocupación rondándome.
—¿Te ha afectado mucho… verdad?
Fruncí el seño ante esas palabras. Se suponía que solo Felipe, el único observador de la escena sabía de lo ocurrido.
—No te enojes— susurró— él está realmente preocupado por ti ¿sabes? Todos lo estamos, por eso no queremos dejarte sola.
—Eso es lo que quiero evitar— me comencé a enfadar, y eso lamentablemente solo logró molestarme de peor manera— sé que soy injusta, pero no soy una cría de seis años— me crucé de brazos
—Pero Ange…
La silencié sin ningún gesto. Mi gran y enorme problema es que soy la persona más orgullosa que ha pisado el puto planeta.
Este estúpido complejo de no necesitar a nadie. Y la rabia acumulada por cada uno de mis poros, hicieron que dijera unas palabras de las cuales me arrepentiré toda la vida.
—Estoy harta que me traten casi como una invalida, estoy harta de verlos a todos preocupados por mí… ¡Qué se han imaginado todos ustedes! No tengo ninguna enfermedad invalidante ni muchos menos. ¡Y no me mires con esa cara de pena, que me dan ganas de rompértela!
De acuerdo lo admito. Katte no se merecía esas palabras. Pero ¡demonios! Yo estaba tan enojada conmigo misma.
—Angélica… ¡Eres una tonta!— chilló con todas sus fuerzas— ¡Has lo que se te de la regalada gana!
—¡Eso haré!
Ella se alejo de mi lado, pude observar que hacía fuerzas sobrehumanas para no llorar.
Soy un ser despreciable.
Tomé fuerzas y aspiré mucho aire por los labios. Era una idiota de primera clase. Katte solo estaba preocupada por mí, era por supuesto mucho mas sensible que yo. A sabiendas de todo estoy voy y le grito esa barbaridad.
El amor nos pone a todos idiotas. Esa idea que nació de mis pensamientos, logró enfadarme muchísimo más.
¡Antonio es el culpable! ¡Ese hijo de puta tiene la culpa de todo!
Darle unos cuantos insultos en mi mente, me alivio un poco por muy tonto que fuese. Tenía tantas ganas de gritárselos, de reprocharles horas, escritos y noches de sueño… pero eso no era posible. Mi propia forma de ser me impedía hacerlo.
En eso estaba caminando de manera lenta a mi hogar, cuando alguien me tomó por el hombro y me dio la vuelta.
—Hola “señora”
—¡Que desagradable! Niñito porque no te vas a jugar con tierra.
Era Francisco. Su mirada de color azul se clavó en la mía. Esa intensidad me recordó a otro idiota, así que corrí la vista algo turbada.
—¿Y tus amigas?
—¿Qué te importa?
—Oh vamos… no puedes ser una amargada todo el tiempo. Vengo en son de paz.
—No veo ninguna bandera blanca— comenté sin ganas de seguirle el juego.
Él tan solo se rió mucho mas divertido. Yo bastante enfadada me di la vuelta para irme.
—¿Dónde vives?— comentó siguiéndome— te apuesto que en un cementerio, digo por la cara de muerta que traes.
—Traigo esta cara, porque un idiota me esta siguiendo sin mi permiso.
—Tus palabras me duelen tanto— realizó un gesto de burla, el sarcasmo teñía cada una de sus palabras
me detuve en seco. Este tipo no tenía ni la mas mínima idea de con quien se metía.
—Suficiente— le corté en seco— o me dejas sola, tranquila como estaba antes, sino te aplastaré esa nariz tan horrible que tienes.
No sonó en broma, ni siquiera amenaza. Él no se rió y solo observo el piso.
—Realmente estas enfadada… ¿pero es necesario descargar tu enojo con todo el mundo?
Esas palabras lograron relajarme. Aunque claro nuevamente me sentí culpable, recordé el rostro de Katte y volví a amargarme.
—Luces triste… solo intentaba distraerte. No pareces el tipo de persona que acepte el consuelo de otros.— suspiró algo agotado— debió ser mi culpa también ¿Quién me llama a meterme en líos ajenos?
Sus palabras nuevamente me recordaron a Antonio sin poderlo evitar. Es que él hacía exactamente lo mismo. Comentaba que le era más fácil tolerar mi cara de enfado, no podía verme llorar. Y eso extrañamente me hacía sentir mejor.
Observé los ojos de Francisco y me sentí intrigada por el brillo que estos poseían.
—De acuerdo niñito puedes acompañarme. Eso no significa que seré amable ni mucho menos— aclaré enseguida.
—Seré tonto pero nunca tanto. ¿Vamos a pasear?
—¿Por qué no?
Continuará.
Nota: Como se darán cuenta el mal humor y no dormir le sacan la cuenta a Ange. Gracias por esperar pacientemente (para que hablar que mi computador es una mierda mientras no me pueda proveer de otro… ¬¬ si hasta mi me hincha las que no tengo xD)
Gracias por pasarse ^