¿Te acuerdas?
Ciertos recuerdos son como amigos comunes, saben hacer reconciliaciones.
El verano se colaba por las ventanas de mi colegio. Llegué mas temprano que de costumbre y descorrí las cortinas de todos los ventanales de mi salón.
Mis dedos distraídos se enredaron en las cortinas naranjas. Mis pensamientos volaron lejos, al único nombre que no deseaba pensar.
Las vacaciones se acercaban a pasos agigantados. Diciembre ya estaba frente a mí, y para mas remate este era el último día de clases.
Me levanté temprano esperando encontrarlo… fue inútil lo mas seguro era que él faltaría
Pegue un amplio suspiro. Hoy era el día, y eso significaba que no vería a Armando durante algún tiempo… vale quizá por mucho tiempo.
—Tal vez— dije apretando mis puños— eso sea lo mejor.
— ¿Sucede algo?
Esa voz me pillo de sorpresa. Pegué un salto y casi me caigo, pero unos brazos me cogieron de la cintura, agarrándome al vuelo.
— ¿Qué haces? —Balbucee nerviosa— ¡Suéltame ahora!
—Si te suelto te vas a caer— Antonio parecía disfrutar de la situación.
—No me interesa— intenté liberarme pero mis intentos fueron en vano— ¡Vamos déjame tranquila!
Sin ninguna clase de apuro, Antonio me soltó con delicadeza dejándome en el piso. Estábamos muy cerca y yo no hacia otra cosa más que a mirarlo fijamente a sus ojos azules. No pude sostenerle la mirada por mucho tiempo.
—Lárgate— susurré con mis ojos clavados en mis zapatos.
—Aún te pongo nerviosa— exclamó orgulloso.
—Piensa lo que te de la gana— hice el ademán de darle un empellón, mas él con reflejos rápidos, tomo mis muñecas con sus manos.
—Lo siento vale— escupió de la nada— no sabía que eso era tan importante.
De nuevo me ruboricé por completo. Ese recuerdo surgió de la nada, a la velocidad de un relámpago. Mi inconsciente había querido dejarlo bajo murallas de concreto… pero en cuanto Antonio hizo una mera insinuación, este volvió a cruzar por mis pupilas.
—Fue solo una broma— continuó musitando por lo bajo.
Aunque él se disculpara yo no podía perdonarlo. Y no tenía nada que ver con mi propio orgullo herido, era algo mucho más delicado que eso. Así que le respondí:
—Di lo que se te de la gana—afirmé con seguridad— tan solo mantente lejos de mi metro cuadrado.
El incidente… ese momento en el cual nuestra corta amistad se fue al demonio. Un día solo por un sencillo juego lo retaron a intentar darme un beso. El juego no pasó a mayores, pero aun así me dejó con las manos temblando. Algo en la mirada de él me había cohibido hasta lo impensado.
Después cuando asimile lo ocurrido… no me enojé. Tan una profunda pena me embargó. Mi primer beso, si es que se hubiese concretado, sería solo por una apuesta… que “hermoso” recuerdo.
En fin cuando Alejandra se enteró… bueno comprenderán como reacciono. Y para calmar las aguas, le prometí que me alejaría de su novio. Ella parecía amarlo tanto a pesar de sus defectos, a pesar de todo. Me vi en una difícil situación, pero no quería ver a Alejandra sufrir más. Por eso siempre me mantenía lo más lejos de él.
Suspiré y tan solo volví a repetir mis palabras.
— Aléjate… ¿quieres?— di por finalizada la discusión, y me di la vuelta.
— ¿Qué es lo que quieres? — Antonio siguió preguntando.
— ¡Ya te dije que era lo que quería!— respondí sin mirarlo
—Mientes— continúo él— ¡mentirosa! Tú no me detestas tanto como se lo demuestras a todo el mundo.
— ¡Yo fastidio a quien se me da la gana! — el enfado volvía a crecer en mí. — ¡No creas que con un lo siento arreglaras todo!... — de repente unas lagrimas empezaron a caer de mi rostro.
Me sorprendía a mí misma. Ignoraba cuanto me había dolido su intento por besarme. Me mordí los labios e intenté alejarme.
Antonio me tomo por unas de mis muñecas y me obligó a darme vuelta.
—Yo… sé que un lo siento no arreglara las cosas del todo —susurro en mi oído.
—Entonces vete y no regreses mas— sollocé.
—Vamos, no es para que te pongas así, era solo un…
Más no lo dejé terminar. Le espante en el rostro una cachetada que incluso me dolió a mí.
— ¡No vuelvas a decir esa brutalidad! ¡Acaso crees que me entiendes! ¡Tú ni siquiera me conoces!
Antonio me soltó y se sobo el rostro sin hablar más. Entonces yo salí de la sala sin poder dejar de llorar
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Y bueno allí estaba. Instalada en la escalera de caracol por detrás del colegio. Era un excelente refugio cuando tenía ganas de escribir, odiar y chillar sin interrupciones y caras de preocupación.
Detesto que se preocupen por mí, detesto mis propias debilidades, odio ser así de humana pero es la verdad. Odio que me vean débil.
Y ahora estaba en aquel lugar por el recuerdo. Tantas veces me había asaltado en el pasado, pero ahora volvía con una fuerza incontenible.
Mientras me mordía los labios, detestándome por ser tan infantil. ¿Qué importaba si mi primer beso no era con alguien especial? ¿Acaso era algo que debería importarme de esa manera?
—Un beso es solo un beso— repetí esas palabras casi como una letanía. Pero si es así ¿Por qué demonios me duele tanto?
— ¿Por qué demonios tenías que mencionármelo de nuevo? —gruñí por lo bajo — ¡Idiota! ¡Eres un idiota de primera!
— Ya lo sé.
Subí mi mirada, estaba sentada sobre la escalera con mi cara en mis rodillas. Me sequé las lágrimas como pude.
— ¡Se puede saber que diantre haces aquí!
Él ignoró mi grito, sentándose a mi lado con calma.
—Detesto verte llorando— exclamo con sencillez.
Esa expresión me descoloco un poco. Pero luego recordé mi enfado y escupí con rabia las siguientes palabras.
—Entonces la solución es muy simple— hice un ademán con mi mano señalando el camino de vuelta a nuestra sala— lárgate de mi vista.
—No me iré… hasta que me respondas una pregunta.
— ¿Y con que…?
—Sé que no tengo derecho— me irrumpió con un gesto de su mano, mirándome a los ojos— pero quiero saber porque te alejaste.
—No te pareció suficiente con lo que pasó.
—Claro que sería suficiente para cualquiera.
— ¿Entonces?
—Tú no eres cualquiera.
Pasé los dedos por mis sienes. Ignoro el porque pero este sujeto siempre logra sacar mi sinceridad a flote.
—Alejandra— respondí de golpe— ella es mi única razón para alejarme de ti.
—Lo suponía.
Ambos nos quedamos en silencio.
—De veras que lo siento. En ese momento…
—Solo fue una broma… ¿Por qué no lo dejamos en eso?— suspiré pero no valía la pena llorar sobre la leche derramada.
—Una broma… si te es más fácil así, dejémoslo en eso.
Quise preguntar que significaban esas palabras, mas me contuve. Ya era suficiente con todo el lió que se había formado a raíz del incidente.
—Ahora es mi turno… ¿Por qué nunca te alejaste de mí?
—Eso es cosa mía.
Fruncí el seño con disgusto.
—Ves que enfada esa respuesta— se mofó.
—Todo lo que proviene de ti me molesta— le devolví.
— ¿No te cansas de estar siempre a la defensiva?— exclamo mirándome de nuevo a la cara— Es como…— calló de improviso, mordiendo su boca.
— ¿Cómo que?
—Como si hubieses olvidado de cuando éramos amigos.
Miles de recuerdos volvieron a volar por mi mente… como olvidarlo. Antonio miraba a mis pupilas chocolate y sabía exactamente que me pasaba. Nuestras interminables charlas sobre cosas banales sin sentido. Y su capacidad innata para hacerme reír.
—Claro… fueron buenos tiempos— una débil sonrisa se formó en el rostro de él.
— ¿Fueron?
—Es que…
— ¿Qué prefieres? Si no me dejas ser tu amigo, viviré fastidiándote.
— ¿Me estas amenazando? ¿A mí? —Exclame divertida— hace años que nadie se atreve a desafiarme.
—No es una amenaza.
Sin saber como, ambos nos terminamos riéndonos de nosotros mismos. Acepte resignada la realidad. A pesar de las peleas, a pesar de cualquier cosa… extrañaba esta extraña amistad.
—De Alejandra me encargo yo— exclamó él.
— ¿Quién te ha dicho que somos amigos de nuevo?
—Te leo la mente— dijo serio, luego al ver mi cara de asustada rió más fuerte aún.
—Mocosa— pasó sus dedos por mi pelo enredándolo— aun eres una mocosa.
— ¡Qué no lo soy!
—Si claro como digas.
Ambos volvimos a reírnos.
—Ya vamos a la sala— sin previo aviso me tomo de las manos y me alzó en vuelo.
— ¡Tonto quieres que me caiga!
—No te dejaré caer boba… nunca lo haré— finalizo por lo bajo y sin mirarme.
Así casi a la rastra, Antonio me llevó a la sala.
______________________________________________________________________Antonio y yo llegamos unos pocos segundos antes que la profesora llegara a dar su clase. Ella nos miró con cara de reproche, aún así nos dejo pasar.
Ahora estábamos en recreo. Para evitar preguntas de todos hice lo de siempre, puse el mp3 a todo volumen y me dispuse a escribir. Felipe entendió la indirecta y me dejó en paz en la sala.
La música de Queen llenó mi alma y me calmó. El lápiz volaba sobre la hoja en blanco, y yo tarareaba feliz, a sabiendas que no había gente en la sala.
— “My make-up may be flaking but my smile still stays on”.
Cuanta razón tienen esas palabras… a pesar de todo mi sonrisa siempre se mantendrá en mi rostro.
—Bueno— con destreza una mano me saco el audífono— ya que somos amigos de nuevo ¿me dirás que ocurre?
Fruncí el seño con disgusto. No tenía ganas de hablar del tema, así que me desvié por la tangente.
— ¡Idiota! ¡Ahora la idea que tenía se fue y todo es gracias a ti!— le mostré la lengua y volví a escribir.
— ¿Cómo se llama el cuento?
—Pues… se llama…
Un nombre voló por mi cabeza, las emociones se estremecieron en mi cuerpo… y la palabra para justa para decirlo nació de la nada.
—Inevitable— escribí despacio sobre el pequeño cuento.
—No sabía que te gustara tanto…
Volví a enrojecer. Luego suspiré y exclamé.
— ¿Soy tan obvia?— exclamé con tristeza. Todo el mundo parece percatarse de mi sentimiento… menos Armando. Suspiré y me tiré sobre el banco, con gesto de pena en el rostro.
Antonio solo calló, su mano se encontró con mi frente y comenzó a darme cariño. El nerviosismo volvió a inundarme, entonces con un gesto de la mano intenté sacar la suya.
—Basta me dará sueño— justifiqué.
Eso no lo detuvo. No salió palabra de sus labios. Entonces me relajé ante esa caricia clandestina, en la sala vacía, disfrutándola lentamente como quien devora un caramelo sin prisa.
Luego sin emitir ni un ruido, Antonio se levantó del puesto de Felipe y se quedó en el suyo en silencio
—Sino quieres hablar es cosa tuya— no existía reproche en sus palabras.
—Gracias.
—Eres agradable cuando bajas la guardia, cuando solo eres tú.
Esa frase quedo flotando en el aire de la mañana. Estuve a punto de responder cuando Felipe apareció de la nada, con cara de querer explicaciones.
—Después te explico— seguí escribiendo.
Él se instaló a mí lado. Tomo mi escrito sacándole las faltas de ortografía. En eso llego Alejandra, quien con Antonio se pusieron a conversar.
Y así otro día transcurría con normalidad.